Me chifla el señor Pérez, en mi consciente infantil ratoncito inconsciente que dejaba chuches bajo la tierna almohada de la pureza cuando los dientes de leche daban por abrir futuros a los ya más aguerridos y cainitas. Pero los tiempos cambian y hoy, una caja de ahorros te envía misvas firmadas por el tal Pérez (señor Pérez, firma, aunque en el encabezamiento tu nombre aparezca sin adminículo respetual alguno, Antonio Domínguez, Juanito Perezgolfos, Encarna Perézarrebatacacapas, etc.). Este Pérez reclama algún impago puntual, para la ocasión de Ibercaja, en tonos flamígeros y absolutamente irrespetuosos. Me cuenta el interesado sufridor --que para mayor escarnio tiene cuentas orondas y saldos inmaculados en tan benéfica Institución-- que el tal Pérez engorda patrimonio gracias a la sabiduría del algún inteligente directivo, si bien son bastantes los clientes fijos que, hartos de tal proceder, comienzan a retirar sus posibles para ubicarlos en casas más respetuosas y recatadas. El ratoncito Pérez, tan entrañable ayer, es hiena que con su fetidez espanta. Primero a los más osados, después a los timoratos y finalmente a todos. Enhorabuena al Merlín de turno. *Profesor de Universidad