Ciudadanos vive su momento más bajo, con menos de un 5% de intención de voto en un tiempo de interinidad hasta el cambio efectivo de liderazgo. Las reacciones a derecha e izquierda son de indisimulado regocijo. Sus socios de la derecha por eliminar un competidor directo, y sus adversarios por la historia reciente de bloqueo después del lejano acuerdo de gobierno reformista y de progreso Sánchez-Rivera en el 2016.

La irrelevancia de Ciudadanos no es más que una mala noticia, en un momento en que la única oposición al Gobierno es el discurso ultraderechista en monobloque, sin matices. La incomodidad manifiesta de algunos sectores del partido sobre las políticas iliberales que los Gobiernos de coalición de los que forman parte están desarrollando no podrá mantenerse ad eternum.

En una asociación inmediata, cuando vi la movilización antifascista de las «sardinas» en Bolonia para frenar en las elecciones regionales del día 26 en Emilia Romagna al neofascismo de Salvini, pensé en la importancia crucial que tiene Ciudadanos para frenar la deriva autoritaria del debate público en España. No solo en la calle se planta cara al neoautoritarismo, sino y sobre todo en las urnas y en las instituciones.

Ciudadanos creció como un partido antindependentista en Cataluña, creció tanto que fue el ganador de las elecciones autonómicas catalanas en el 2017. Ahora, desmontado ese equipo en Cataluña como esprint final para salvar los resultados nacionales, esa bandera en su versión más 'hardcore' ya tiene nuevo portavoz, Vox. Pero Ciudadanos era mucho más que la contra al independentismo, era la llamada a una política de regeneración que compartía con el entonces también emergente Podemos. Sus líderes compartían platós de televisión, estrategia comunicativa, guiños generacionales a pesar de su distancia ideológica. Eso también se rompió, no tanto en Andalucía por el discurso de cambio de gobierno, como con el respaldo al de Castilla- León y sobre todo al de Madrid, las declaraciones de la presidenta Díaz Ayuso no juegan a su favor. En su ponencia marco se presentan como centro liberal progresista, apostando por los acuerdos con constitucionalistas. En la búsqueda del constitucionalismo para esta generación que no la firmó, se encuentra gran parte del problema y de la solución a nuestros problemas de polarización. Como Virginia Woolf pedía una habitación propia, yo les pediría un espacio propio defensor del constitucionalismo liberal, que es laxo, pero no irrompible.