La muerte de Zygmunt Bauman ocupa hoy la portada de todos los diarios y es una excusa excelente para recordar (o descubrir) las palabras de un ser humano que con 91 años vivió todo lo imaginable durante el siglo XX. Escritor, filósofo, polaco, judío, vivió la guerra, las purgas, el exilio. Podría parecer que a su edad era un hombre con un pensamiento antiguo, pero basta con buscar alguna de esas antologías de frases suyas a las que tan aficionados somos los periodistas en los obituarios, para darse cuenta de que estuvo en este mundo más intensamente de lo que hoy están muchos veinteañeros. Precisamente de entre todas sus frases (era un hombre de dar «muchos titulares») hay una que me gusta especialmente: «Los grandes cambios de la historia nunca llegaron de los pobres de solemnidad, sino de la frustración de gentes con grandes expectativas que nunca llegaron». Poco puedo añadir a tan lúcida reflexión. Solamente recomendar a quien tenga responsabilidades económicas y políticas que la lea, la mastique y la digiera. En estos momentos en los que desde todos los foros se empeñan en asegurarnos que la crisis ha terminado, yo les digo que no. Miren a los jóvenes sobrecualificados trabajando en empleos precarios y por debajo de sus capacidades. Miren a los parados de más de 50 años que un día tuvieron una profesión digna, un sueldo decente y unos sueños de futuro. Son millones, literalmente. Mírenlos y no se duerman. Las revoluciones pueden adoptar muchas formas y, como dijo Bauman, nuestra realidad ahora mismo es más líquida que sólida.

*Periodista