La historia, cada día más discutida como ciencia, sigue acuñando verdades absolutas, dogmáticas, cuyos enunciados pasan a los libros de texto, a la base de la cultura general, como incontrovertidas verdades.

Una, otra de ellas sería, por ejemplo, el mito de la convivencia de las tres culturas o religiones monoteístas en el suelo hispano de la Edad Media, Reino de Aragón incluido. Una propagandística adaptación hacia el mutuo entendimiento y tolerancia de lo que, en realidad, fue tantas veces división, enemistad, intolerancia y odio.

Como hoy en día. Si no, reparen en los sucesos de Jerusalén desde que Estados Unidos ha trasladado su embajada.

En la reciente Feria del Libro de Teruel, tuve ocasión de conversar con Ester Navarrete Martín, autora de Las tres culturas. Cristianos, moros y judíos en la provincia de Teruel durante la Edad Media (interesante ensayo publicado por la editorial Prames).

La autora considera probada la existencia de judíos en Teruel a finales del siglo XII; antes, durante la dominación musulmana, no ha aparecido documentación. El primer judío mencionado oficialmente fue Jucef de Faro, acusado en 1270 del homicidio de un mudéjar. La colonia judía de Albarracín fecha en 1.300. En décadas posteriores se desarrollaron juderías en Montalbán, Alcañiz, Híjar y otras poblaciones. En Híjar destacaría la imprenta de Eliezer ben Alantasi, con trabajos de estampación en castellano, latín y hebreo. Las comunidades judías se constituían en aljamas regidas por la Torá y el Talmud y administradas por tesoreros, tasadores, notarios, jueces y rabinos. La clase alta se dedicaba a las finanzas y la media y baja a artesanías, curtiduría y agricultura.

Los conflictos comenzaron con el siglo XIV, y ya no cesarían hasta la expulsión. En Rubielos, los judíos fueron acusados de envenenar las aguas. En Teruel, algunas familias poderosas optaron por la conversión ante las amenazas de sus vecinos cristianos... La presión era también religiosa. Las predicaciones de fray Vicente Ferrer, de carácter claramente antisemitas, obligaron a cerrar varias juderías. La Inquisición arrojó de Cella a las familias hebreas. Finalmente, en 1492, con la expulsión del reino por parte de los Reyes Católicos, miles de judíos se vieron obligados a emprender viaje a Sagunto, con las pertenencias que salvar pudieron, para desde su puerto embarcarse al exilio.

No todo fue, pues, tan idílico...