El año 2000, poco antes de ser recibido por el Rey para expresarle cuál iba a ser nuestro voto respecto a la investidura de Aznar --fue negativa y no nos equivocamos-- coincidí, en una tertulia radiofónica con Jaime Peñafiel, experto en monarquías, monarcas, princesas y príncipes y me explicó cuáles eran las diferentes maneras que el Monarca tenía de recibir a sus visitas: "Si te da la mano, es cortesía; si al mismo tiempo con la otra mano te toma del antebrazo, es muestra de amistad; si te saluda con unos golpes en la espalda es amistad y simpatía". A mi aquel año me saludó de la segunda manera. Esta vez lo hizo de la tercera: cuatro años viéndonos en diferentes acontecimientos, alegres o tristes, terribles o emocionantes, te hacen llegar a comprender mejor a los ciudadanos con los que convives.

Aquel año acudí con una corbata firmada y pintada por Ibarrola. La llevé porque aquellos día mi amigo Agustín andaba amenazado de muerte por ETA y a la salida di, ante la prensa, mi grito de guerra preferido : "Salud y monarquía federal". Al monarca le expliqué que aquel saludo lo hacíamos determinadas gentes de Aragón cuando andábamos un poco cargadillos de Cariñena. Se que debí decir de Campo de Borja, de Calatayud y Somontano: pero me parecía excesivo y acorte por lo genérico que significa vino en general.

Este año la recepción fue bastante distinta, más seria, más triste. Hasta Madrid, aquella tarde del lunes cinco, parecía como sobrecogida y en menos que canta un gallo llegamos desde el Congreso al parque de la Zarzuela en donde los ciervos te miran pasar con la sabiduría lenta de los animales .

Como sobraba tiempo me pasaron a un despacho y me atiborré de lecturas internacionales. Toda la prensa francesa recibía con alborozo el triunfo socialista también en Francia. Se ve que los nostálgicos del sueño utópico de la izquierda, nunca reblamos. Por mas leches que nos den, nosotros a lo nuestro.

Hablamos durante cuarenta y cinco minutos de lo divino --me refiero en este tema a los bocadillos de calamares del viejo y ya desaparecido bar de La Espiga-- y de lo humano: los últimos sucesos, el cambio de gobierno, los funerales del Yakolev y de estas guerras en las que estamos metidos. Curiosamente esta vez no hablamos del Trasvase. Pienso que, como todos, sabe que esto ya es un asunto muerto, acabado. Kaput, que decían los malos en las películas de nazis.

Casi de anochecida regreso hacia Zaragoza por la autovía --"muy peligrosa; tremendamente peligrosa" me había dicho el Rey poco ante en su residencia--. Y tiene razón, todo está mal peraltado, un tantico encabronado. Cerca de Calatayud los faros enfocan unos carteles propagandísticos de Rajoy y de Rudi. Hay un rictus de tristeza en sus labios y sus ojos están como lacrimosos. Se lo comento a mi acompañante y me repite que veo visiones. No lo creo. Pienso que es la verdad; pero con los escépticos nunca se puede llegar a un acuerdo; se cierran en banda y basta. Zaragoza, al fondo, al pie de la Muela, parece hoy mas hermosa y feliz que nunca.