Puntual a su cita, el Black Friday volvió a llenar los comercios de anuncios de descuentos. A diferencia de hace años, cuando había que explicar al consumidor en qué consistía esta tradición importada de EEUU, ya no es ningún fenómeno novedoso. Al contrario, los ciudadanos lo asumen como unas rebajas anticipadas a la temporada de Navidad. Según las previsiones, son los millennials (los nacidos en los años 80 y 90) los que se apuntan más activamente al Viernes Negro. Ellos son los más habituados al comercio on line -uno de los que mejor ha preparado el terreno de estas jornadas- y los más permeables a las nuevas tendencias de compra.

Los comercios llevan días, e incluso semanas, emitiendo incesantes campañas sobre las rebajas del Black Friday, que en muchos casos comenzaron a aplicarse el pasado lunes y se prolongarán este fin de semana. En medio de tal bombardeo publicitario, el gran reto para las tiendas es hacer llegar su mensaje al cliente. En estos casos, la batalla del márketing masivo suelen ganarla los grandes comercios. Sin embargo, lejos de darse por vencidos, muchos pequeños comerciantes no están dispuestos a ceder ventas en un momento crucial previo a las compras navideñas. Ellos no pueden competir con las mismas armas que los gigantes del mercado, ya que sus márgenes son más estrechos y no pueden aplicar los mismos descuentos, pero a cambio aportan el plus de proximidad y otros atractivos que muchos clientes aprecian. El pequeño comercio que mejor se adapte a los nuevos hábitos de consumo tendrá más fácil la supervivencia.

Uno de los peligros del Black Friday, alertan sus críticos, es el de caer en un consumismo desaforado. Que las personas compren de forma compulsiva. Como ocurre en otras épocas de consumo intenso o rebajas, es el consumidor el que debe valorar con sensatez si está ante una oportunidad o no. Planificar las compras y comparar precios son técnicas recomendadas para no pagar caro lo que en un principio parecía barato.

Con críticas o sin ellas, el Black Friday se ha integrado totalmente en el calendario de compras. Es una estrategia más para incentivar al consumo, que dinamiza la economía, y es responsabilidad de todos, comerciantes, administraciones y los propios compradores, que sea realmente beneficioso para el consumidor.