Reconstruir es volver a levantar lo que se ha venido abajo. La tarea es ineludible y urgente en lo económico y en lo social desde el ámbito político, mientras la devastadora pandemia remite, así que un pacto entre partidos y agentes sociales implicados es algo más que deseable. Es inexcusable. En juego está también la reconstrucción de la confianza en las instituciones, una preocupación casi unánime de la ciudadanía, reiteradamente reflejada en las encuestas. Aunque quizás sea demasiado pedir para unos partidos más pendientes de la retórica electoral en la que han quedado encallados que de la propia gestión útil para la sociedad.

No sale de ella el PP por boca de su portavoz, Álvarez de Toledo, que no ha podido esperar para plantear al PSOE una moción de confianza tan constitucional por cierto como aquella moción de censura que siempre consideraron ilegítima y que aupó a Sánchez. Su líder, al menos nominal, Pablo Casado, se ve así en la tesitura de demostrar responsabilidad de Estado y contener su flanco derecho. Puede que sea exagerado citar aquí aquella frase atribuida a Napoleón de si quieres resolver un problema nombra a un responsable, y si quieres que perdure, nombra a una comisión, pero las del Congreso suelen acabar en fiasco, sí o sí, a nada que hagamos balance. Los populares tendrán que resolver su dilema entre confrontación y tibieza. De la dureza de su postura ya se sorprendió el Financial Times (periódico liberal poco sospechoso de ser afín a un Gobierno como el que hoy tiene España) en comparación con la actitud de la oposición de otros países europeos de nuestro entorno.

La tibieza que retrase una respuesta como país también pesará en una UE ya de por sí poco propensa a ayudar. De Europa dependen los principales fondos que nos saquen de esta. Una Europa donde la política tiene poco que decir; burocratizada, tecnocrática y capaz de dejar fuera deliberadamente de una cumbre negociadora al único cargo realmente electo, David Sassoli, presidente del Parlamento Europeo.

De momento, el holandés Frans Timmermans, vicepresidente primero de la Comisión Europea, elogió el plan presentado el lunes por el Gobierno de Sánchez (con la ortodoxa europeísta Nadia Calviño detrás) como base para un acuerdo europeo viable. Al parecer no puntúa en esta ocasión hacerse un lío para sacar a los niños a la calle ni comprar mascarillas defectuosas. Menos mal.

*Periodista