El delegado del Gobierno en Aragón, Javier Fernández, tuvo ayer un acertado punto de arranque en su comparecencia de balance de sus primeros cien días. Sin perder de vista los focos de conflicto en el mundo, hizo una alusión al reciente drama de la pérdida de 30.000 libros históricos en un incendio en la biblioteca alemana de Weimar. La cultura como modo de frenar la barbarie y, del mismo modo, el eco de una ciudad que trajo una constitución, la de Weimar, idealista e impulsora de utopías, tan necesarias entonces como ahora.