Hay una tendencia al retroceso mientras se dice que se avanza. La tasa de paro se estabiliza en dígitos de los años 70; los que todavía trabajan descubren que sus nóminas han perdido poder de compra desde el 2009 sin aumentos anuales y con reducciones puntuales a cambio de mantener el empleo, en algunos casos como a los de Parques y Jardines de FCC se lo anuncian de una tacada, sin anestesia. Un 21% menos para empezar a hablar. En las calles, las colillas de los ceniceros abastecen a los fumadores sin visa. En las farmacias aragonesas se recupera la botica, en lugar de ejercer de dependientes de medicamentos de laboratorio, los licenciados habilitan la trastienda --antes almacén de multinacionales-- para preparar fórmulas magistrales. Como el gasógeno franquista alivió la falta de gasolina. Décadas de lucha por la igualdad se estrellan contra el candidato popular a las europeas que, tras perder un partido sin interés, justifica su derrota porque es todo un caballero y no quiso entrarle en plancha a la rival para no lesionarla y que le sacaran la tarjeta machista. ¡Qué detallazo! Otro de la misma camada, el ministro de Industria, sueña con reindustrializar España equiparándola al Made in Germany, cuando ha secado la innovación y está hundiendo a las energías renovables en las que sí llevaba ventaja. Eso es recular. Al menos el mejillón cebra coloniza Monegros para recordar que aquello viene del Terciario. Y no como otras especies invasoras, que encima se creen que nos llevan al futuro. Periodista