Los datos apuntan cada vez con más claridad que el 2014 puede ser el año de la salida de la recesión. Tanto la bolsa, como la prima de riesgo, los tipos de interés y las inversiones exteriores muestran una evolución positiva. Y así lo reconocen en Bruselas e incluso en Washington, donde elogian las reformas que ha aplicado el Gobierno.

Apoyado en las exportaciones y en el turismo, el PIB tuvo una evolución positiva en el tercer trimestre del año pasado --0,1%--, mientras que en el cuarto ganó un 0,3%. El conjunto del 2013 se cerrará con una caída menor de la prevista y, aunque el Gobierno aún no lo ha concretado, el crecimiento del 2014 será superior al 0,7% recogido en los Presupuestos Generales, que en su día ya fue calificado de optimista por la oposición.

Es difícil, no obstante, que la actividad se dispare. Primero, porque la política económica seguirá siendo restrictiva para mantener bajo control el déficit y para reducir la deuda pública, que durante tiempo se mantendrá en las cercanías del 100%. Además, no es previsible que el crédito fluya con normalidad a medio plazo, porque incluso aunque los bancos tuvieran la mejor disposición, las exigencias de solvencia y de recursos propios de las autoridades comunitarias los van a tener muy ocupados bastante tiempo.

Luis de Guindos asegura que la reforma laboral del Gobierno del PP va a permitir que la economía española genere empleo neto con un crecimiento de solo el 1%, mientras que antes necesitaba crecer por encima del 2%. Es posible que el ministro tenga razón, pero hasta ahora lo que indican las cifras del INE es que la mayor parte de los nuevos contratos de trabajo son temporales y a tiempo parcial, es decir de muy baja calidad.

Y pese a la caída de la inflación hasta cotas históricas, los salarios de quienes conservan el empleo no dejan de perder poder adquisitivo. No son precisamente los dos mejores indicadores de fomento del consumo interno, nuestro gran problema junto al paro.

La sociedad española, muy castigada por los recortes de las prestaciones del Estado del bienestar, sufre en este tramo de la crisis una fuerte depresión salarial --devaluación interna-- que aumenta la desigualdad.

El Foro de Davos acaba de señalar precisamente que la mayor amenaza a medio plazo es la brecha entre ricos y pobres, una grieta que la recuperación ensancha.