Una vez cambiado el retrato en las sedes oficiales y sin esperar al encuentro de la Roja contra Australia que lo mismo da, el Ejecutivo ha tomado el mando de la agenda. Acabados los fastos austeros de la Corona y las celebraciones humillantes del pelotón, los balcones se quedan desnudos de rojigualda y hasta de morado. Falta un año para la primera cita electoral de calado en municipales y autonómicas --sin contar la de Cataluña en noviembre, que es mucho no contar--, así que toca ir preparando el cocido de la urna con los manjares de la reforma fiscal. A los que justo les va se ahorrarán 250 euros al año, pero en las rentas de capital quien obtenga más de un millón de euros en dividendos pagará proporcionalmente igual que un autónomo que gane 50.000 euros. Lo dicen los técnicos de Hacienda. Hoy, el Gobierno dará más detalles de los numeritos y se esforzará en demostrar que ya estamos en recuperación y se pueden dejar de ingresar 9.000 millones sin que afecte al equilibrio del déficit. Como el Gobierno gobierna está en su derecho de ofrecer caramelitos, a unos más dulces que a otros. También debe estar en la obligación de recordar que el nivel de riqueza de los españoles respecto a la media europea ha caído a los niveles de 1998. O que Cáritas en Zaragoza tiene que gastar ahora 7.000 euros diarios, cuando el año pasado se apañaba con 5.000. Mientras, los más beneficiados de la reforma serán los 73.000 contribuyentes con ingresos de más de 150.000 euros anuales. No me salen las cuentas. De votos, digo. Periodista