Los miembros del BIE se han marchado con buen sabor de boca. Mucho tiene que ver en ello el trabajo desarrollado por Jerónimo Blasco. Las campanas de gozo todavía repiquetean y todo el mundo se las promete felices: en el 2008, Zaragoza podría asombrar al mundo con su Exposición Internacional. Ojalá que así fuere, mas no sería malo echar un poco de agua al optimismo reinante. Los miembros de la Comisión que nos han evaluado son avezados diplomáticos, usan buenas maneras, saben sonreír como nadie y carecen de reparos para pronunciar bellas palabras. Pero actúan del mismo modo en todas las capitales de las sedes a evaluar. De ahí que nadie deba cantar victoria antes de cobrar la pieza, máxime cuando tanto Salónica como Trieste son ciudadades con gran proyección y no escasos apoyos entre los países con derecho a voto. La ciudad italiana está trabajando de modo harto riguroso y su proyecto también goza de una extraordinaria valoración entre los evaluadores. La batalla está servida, y el voto que los representantes de cada nación depositarán entre las ciudades seleccionadas (serán más de una) responderá a criterios más que complejos. Para ganar es imprescindible vender Zaragoza en los países que votan, tanto con sus mejores cartas de identidad culturales como en los más prestigiosos medios de comunicación internacionales ( hay que gastar perras, claro). Y cuidado con Madrid, que prometer cuesta poco. El apoyo que los nuevos gobernantes ofrecen debe cimentarse, plasmarse en forma de dineros y ser vigilado constantemente, por si acaso.

*Profesor de Universidad