Agapito Iglesias, propietario del Zaragoza, es una caja de sorpresas. Hostigado deportivamente por la situación del equipo y judicialmente por las investigaciones de Plaza, se ha sacado de la chistera dos regates en corto delirantes. Para expiar pecados ante la afición, se ha distanciado del director general de la entidad, Jesús García Pitarch, filtrando que lo despedirá en junio, como si en lugar de haberlo fichado él, hubiera caído del cielo. Y para responder ante el juzgado que le reclama una fianza millonaria por los sobrecostes de unas naves en el polígono logístico, ha presentado unas garantías que podrían comprometer al Real Zaragoza, SAD, como si una empresa concursada fuera garantía suficiente. ¿Hace falta alguna otra prueba o demostración de que Iglesias es lo peor que le ha pasado al Zaragoza en sus 80 años de historia?