La editorial Navona acaba de tener la excelente idea de recuperar Los puentes de Madison, de Robert James Waller, con una buena traducción al castellano de Alicia Steimberg. La versión española consigue mantener la magia de esta historia de amor entre un fotógrafo de la National Geografic, Robert Kincaid, y una granjera de Iowa, Francesca Johnson, magia que asimismo se derramó con generosidad en las interpretaciones cinematográficas de Clint Eastwood y Meryl Streep, encarnando a la pareja protagonista.

La historia no puede ser más sencilla.Kincaid recibe el encargo de su revista de fotografiar los viejos puentes del condado de Madison y pasa allí unos días haciendo las fotos y recorriendo los alrededores, pueblos y granjas, para ambientarse. En ese deambular por las praderas se tropezará con Francesca, de origen italiano, casada con un granjero al que ella había conocido como soldado norteamericano durante la Segunda Guerra Mundial, en su Nápoles natal. Francesca tiene con él dos hijos adolescentes.

El encuentro entre ambos se producirá estando fuera sus tres hombres. Francesca, animada por un impulso que hacía tiempo no sentía, invitará a cenar a Kincaid y se establecerá entre ellos una relación tranquila y angustiosa a la vez, grata y dramática, con dos niveles emocionales claramente superpuestos ante los ojos del lector.

Será precisamente entre ese doble plano, el más claro y suave de la aparente realidad y el más oscuro y profundo de los verdaderos sentimientos que comienzan a nacer en los corazones de los protagonistas, el ámbito donde el autor conseguirá acuñar sus mejores efectos, claramente adscritos al género del melodrama.

Poderoso, ciertamente, pues en la relación entre ambos el amor no será real, ni cómico, sino dramático. Una pasión, más bien, súbita, inesperada, que todo lo puede cambiar, que todo, como un viento huracanado, lo puede arrasar... Aunque, si no llega a estallar, todo lo dejará como estaba, pero a una luz más apagada.

Una historia redonda, muy conseguida en su equilibrio entre fondo y forma. Por eso Orlando Sentinel pudo reseñarla con una sola frase: «Una novela perfecta como una lágrima».