Me sigue gustando Borja Iglesias. De hecho, me encanta este futbolista. Pregono de nuevo a los cuatro vientos que el Real Zaragoza cuenta con un delantero de primer nivel llamado a conquistar retos mayúsculos en el fútbol. Ahora que arrecian las críticas hacia él desde ciertos sectores, empeñados en hacer trabajar a la trituradora, la defensa a ultranza de Borja se antoja un ejercicio justo y necesario. Sí, ahora, tras fallar dos penaltis consecutivos. Justo después de un partido gris que el gallego acabó con la lengua afuera y objeto de reproches por una supuesta indolencia en los minutos finales, cuando el Zaragoza volvía a ser más presa de sus propios miedos que de la ofensiva de un Córdoba con mala pinta. Ahora que se recuerda con insistencia que no ha sido capaz de marcar en jugada en La Romareda. Ahora cuando sus controles no son los mejores. Ahora que le señala por no dominar el espacio aéreo pese a su estatura. Ahora que se afirma que no está centrado. Ahora que se le pretende envolver en vulgaridad.

Convendría recordar que Borja, que eligió al Zaragoza rechazando ofertas mucho más interesantes en todos los sentidos, acaba de aterrizar en la categoría. Su demostrada capacidad anotadora en Segunda B ejercía de aval suficiente como para cargar sobre sus anchas espaldas no solo la responsabilidad atacante del Zaragoza, sino gran parte de las esperanzas de la temporada. Él, como buen profesional, aceptó el reto y no tardó en confirmar las expectativas creadas en torno a su figura. Su relevancia iba mucho más allá de sus goles. Extraordinario en el cuerpo a cuerpo, en el juego de espaldas y en las ayudas defensivas, Borja era el líder del Zaragoza y de un zaragocismo encantado de disfrutar de un jugador de entidad, consciente de su regreso al Celta cuando la campaña eche el telón.

Y eso que el sistema utilizado por Natxo González no le viene favoreciendo en exceso. El rombo de principios de temporada y rescatado hace escasas semanas obliga a los efectivos más avanzados a un notable desgaste defensivo. También a Borja, cuya presencia en los encuentros se reduce conforme avanzan los minutos. Se intuye, de hecho, que el técnico trabaja con el gallego mucho más el apartado defensivo que el ofensivo, en el que, cuando se desechó el rombo, siempre estuvo demasiado solo.

Borja es un gran delantero. A sus virtudes se une también la capacidad de combinación, pero, ante todo, el gallego es un muy buen finalizador. Por eso tampoco le favorece en exceso que el Zaragoza juegue sin extremos a pierna natural y que toda profundidad recaiga sobre los laterales. El encuentro ante el Sevilla Atlético deparó un ejemplo diáfano de la capacidad de Iglesias para acudir antes que nadie al remate en el área pequeña. Dos veces apareció Delmás cerca de la línea de fondo y sus centros acabaron en la red merced al oportunismo de un delantero que huele el gol. Así, la probabilidad de que Borja se reencuentre con la red baja enteros conforme más se le aleja del área. El regreso del rombo juega a su favor. También el fichaje de Alfaro, aunque su primera aparición fue, sorprendentemente, en la mediapunta.

Volverá la mejor versión de Borja. Como lo ha hecho la de Pombo, un socio de honor para el gallego. El canterano está madurando a base de entrega, sacrificio y fútbol de quilates. Sus goles, de hecho, han salvado la cabeza de su entrenador, que dice confiar en que el zaragozano haya regresado para quedarse. Pero bien haría Natxo en aplicarse de una vez aquello de enmendar la plana y regresar él también de aquel lugar inhóspito al que decidió marcharse el día que el Zaragoza visitó El Alcoraz. Desde entonces, ni él ni su equipo han vuelto a ser los mismos, hasta el punto de que la caída libre amenaza todavía el puesto de un entrenador que sigue mostrando peligrosas carencias en la gestión de los partidos. Resulta extremadamente preocupante asistir cada fin de semana a la excesiva demora del técnico a la hora de realizar sustituciones, inéditas casi siempre hasta el último cuarto de hora a pesar de que el equipo ofrezca síntomas evidentes de cansancio o de que pida a gritos la entrada de otro tipo de perfiles. Quizá ahora que la ausencia de Guti ya no le quite tanto el sueño, habida cuenta del notable partido de Zapater, el preparador zaragocista se muestre más lucido en este apartado y que mejore unos números que siguen siendo, por cierto, mucho peores que los de Borja.