El Gobierno de Aragón aprobó ayer el nuevo decreto para regular la utilización y tratamiento de los residuos que genera el ganado porcino, el contaminante purín. El objetivo es imponer la sostenibilidad medioambiental de las numerosas explotaciones dedicadas al engorde de cerdos que existen en nuestra Comunidad, que es ya la mayor productora de toda España, con 7,8 millones de cabezas. Un paso necesario, sin duda; pero también un complicado reto que no se va a resolver sin más por muchas normas que se dicten.

El de los purines es un problema muy serio. Los vertidos de las granjas de cerdos producen un enorme y negativo impacto, sobre todo en los acuíferos. Es cierto que también pueden procesarse para su utilización como fertilizante. Sin embargo, es dudoso que sea posible dedicar a tal finalidad la enorme cantidad de residuos que se producen cada año. La clave de la cuestión está en tratar y reciclar de alguna manera aquel purín que no acabe abonando los campos, y en medir asimismo las consecuencias a medio plazo de tal uso, porque será difícil evitar que los nitratos no acaben en el freático contaminando las aguas subterráneas.

Ya hay varias zonas sobrecargadas donde no se pueden abrir más granjas de cerdos. Esta actividad ganadera supone el 3,5% del PIB aragonés. Sin embargo, ha de ser controlada y regulada.