La relación de los llamados ayuntamientos del cambio con los militares es cualquier cosa menos normal. El ejemplo extremo lo encontramos en Barcelona, donde Ada Colau roza el ridículo al excluir recurrentemente a las Fuerzas Armadas. Ignora el trabajo que realizan cuando rescatan refugiados por el Mediterráneo. Por suerte, el alcalde de Zaragoza, Pedro Santisteve, tiene una mejor imagen del Ejército, y de sí mismo, entendiendo, como hizo ayer, el papel jugado por la institución militar en la historia de la ciudad y reclamando a la par su modernización y mejora. Santisteve quiere una Academia General Militar menos «militarista», pero la única forma de cambiar pasa por reconocer y dialogar, no por demonizar.