El relevo de Federico Trillo como embajador de España en Londres tras el caso del Yak-42 debe ser bien recibido pero llega muy tarde. El Gobierno de Rajoy nunca debería haber premiado al exministro de Defensa con semejante retiro diplomático de lujo. El presidente debería haber sido mucho más cuidadoso hace cinco años y haber planteado entonces lo que está planteando ahora. Además, el exministro de Defensa se va todavía con la misma soberbia con la que actuó entonces. Y aún no ha pedido perdón. Como su tercero, Jiménez Ugarte, que sigue de embajador en Suecia.