Entre considerar la asignatura de Religión como una reunión de catequesis, donde únicamente se enseñe doctrina católica, como si todos los alumnos fueran católicos, apostólicos y romanos, y enviar la Religión al limbo de los voluntarios, donde ya se puede profetizar --sin ser profeta-- que no va a haber apreturas entusiastas para asistir a una clase que ni siquiera servirá de mérito, podían haber reflexionado nuestras autoridades académicas, de no ser porque la religión en este país nunca se ha observado de manera normal y objetiva, y siempre ha ido acompañada de prejuicios, alimentados muchas veces por los propios clérigos. Basta observar esas fotografías de los obispos con el brazo a la romana para sentir la sensación de que, en ocasiones, los curas ha sido dejados de la mano de Dios, y no cuesta nada oír a algunos izquierdistas de libro referirse a los curas como causantes de todos los males sociales para comprender muchas situaciones. Se ha perdido, una vez más, en la penúltima recontrarreforma educativa, que sufrirá las recontrarreformas posteriores, una buena ocasión para organizar una asignatura necesaria en cualquier persona que pretenda ser medianamente culta o medianamente instruida. Si nuestros bachilleres van a salir sin tener puñetera idea de quién era Mahoma, por qué protestó Lutero, cuál es la causa de que Inglaterra tenga una religión nacional, qué representó el calvinismo, cómo se funda Jerusalén, etcétera, etcétera, puede que, luego, en la universidad, se conviertan en matemáticos excelentes, químicos excelsos y óptimos ingenieros, pero dudo de que esa falta de formación no sea una rémora para estudiar Filosofía, Historia o Bellas Artes. Apartar la Religión de la plantilla de conocimientos medios y elementales es propio de soberbios; y desaprovechar la oportunidad de crear una Historia de las Religiones asunto de escrupulosos equivocados, llenos de prejuicios. Prejuicios siempre al lado, de, por, para o contra lo religioso. *Escritor y periodista