Actuar y meterse en la interpretación como te sumerges en el agua cuando la sientes fría y estás haciendo la digestión. Poco a poco. Los pies, las piernas, la tripa, el pecho, los brazos, la nuca y la cabeza. El cuerpo va notando que la mentira lo cubre un poco más a cada paso y cuando quieres salir, ya estás mojado. Además has aprendido a nadar siendo otro. Ser nosotros no es suficiente. Inventamos tantas necesidades que incluso a nuestro tránsito intestinal le salen aduanas. Ser más, ser mejor, ser distinto. No queremos ser quienes somos y quizás por eso nos vamos deshaciendo a golpe de autofoto. Nos enseñamos en las redes para no tener que mirarnos. Como el pequeño Nicolás, que estos días ha sido acusado de estafa y usurpación de identidad. Se creó un yo diferente para poder tratar de tú a tú a los dueños del dinero. Quería jugar el partido con los propietarios de la liga. Para bucear en el capital hace falta branquias. Cuando no las tienes, las dibujas. Uno se introduce en los negocios dominando el arte del atrezo porque el éxito no se hace sin decorado. El impostor se tiene que vaciar de sí mismo para rellenarse de otros. Te llevas los zarrios de tu organismo al trastero y pones en el escenario la gomina, el estilo de vida y el jersey de cuello de pico y te conviertes en uno de los suyos. Hasta que te pillan. El fraude se disimula mejor cuando se aprende ya desde la cuna. "Estarás hueco. Te vaciaremos y te rellenaremos de... nosotros". Esto escribe Orwell en su novela 1984. Apple y Facebook pagarán los procesos de congelación de óvulos para que sus empleadas puedan retrasar su maternidad y esta no colisione con su carrera profesional. Lo que nos faltaba, el mercado laboral se cuela en nuestros úteros para dirigirnos el tráfico. Las empresas decidirán cuándo podemos ser madres. Invadirán nuestros cuerpos para rellenarlos de su esencia. Nos piensan como recipientes huecos en los que pueden instalarse para devorarnos desde dentro. La resistencia es una bacteria rumiante que muerde a los invasores cuando nos ocupan no para que imaginemos otros posibles sino para imponernos sus entrañas. Intento quedar conmigo un rato y me escondo en el libro Cómo aprendí a leer de Agnes Desarthe. La autora escribe sobre la lectura: "para mí lo que predominaba era la impresión de invasión, de una anexión de mi interioridad, de una colonización de mis sentimientos. Me sentía poseída. El escritor me imponía su visión y yo quedaba prisionera de ella". Yo así sí me dejo capturar. Leer no me desentiende de mí sino que me hace descender a los túneles propios. Me coloniza otra mirada que me cuestiona la mía y me remueve mis adentros para que note en qué lugar tengo los vacíos. Las historias de otros nos empujan a acercarnos a nosotros mismos. Querer ser yo para no ser una réplica. Leo para que no me rellenen con su ellos. Y bebo bastante agua para ahogar las posibilidades de que tengan sitio en alguno de mis recovecos.

Comunicadora