Es ley de vida. Las instituciones necesitan periódicamente sangre nueva. No es bueno que alguien se eternice en el cargo o, lo que resulta más preocupante para la salud de una sociedad abierta, que se convierta en la sal de todos los guisos. La política no debería ser, tampoco en esto, una excepción. Por eso, en mi parvedad, no acabo de entender que el Partido Popular presente a Luisa Fernanda Rudi, exalcaldesa de Zaragoza y expresidenta del Congreso, a las próximas elecciones europeas.

Parece ser un mal crónico de esta tierra nuestra esa incapacidad estructural para aportar savia nueva a la cosa pública. Los populares, por ejemplo, no han sido capaces de sustituir al por todos llorado Manuel Giménez Abad, de cuyo repugnante asesinato se acaban de cumplir tres años. En el otro bando, son todos unos verdaderos clásicos de la poltrona, incluso entre los recién llegados al reparto. A pesar de que, por lo que yo sé, algunos militantes de perfil atractivo les deben quedar todavía.

Cabe dudar de la idoneidad de la señora Rudi para un puesto --otro más-- en el Parlamento Europeo. Es obvio que no ha sido su idoneidad profesional la razón por la que va de número dos de la lista nacional del PP. Como no se le recuerda una sola idea propia, más allá de los latiguillos habituales en su medio, resulta obvio que sólo han buscado aprovechar el tirón de una cara conocida. Pero han cerrado de paso una puerta a nuevas ideas y, lo que resulta mucho más necesario, a un nuevo talante.

*Periodista