Muchos políticos usan la palabra "renovación" como les da el aire, en consonancia con una de las definiciones que del término da el diccionario: "sustituir una cosa por otra nueva de la misma clase". De ahí que se llenen la boca con esta palabra y prometan el oro y el moro para poder continuar gozando de sus prebendas. Cuando un político llama a renovarse hay que tentarse los machos: ¿de personas o de ideas? Por ejemplo, ¿renunciará el PSOE a su condición de partido socialista y obrero para ser lo que en puridad ha venido siendo desde hace mucho tiempo, una socialdemocracia centrista? ¿Todo los responsables orgánicos e institucionales serán sustituidos o solamente unos cuántos? Tomemos como ejemplo el caso de los hasta ahora dos "candidatos" a candidatos para encabezar las listas socialistas al Ayuntamiento de Zaragoza, Javier Fernández y Carlos Pérez. Ambos han sido delegados del Gobierno en Aragón y en una renovación de verdad ("de ideas") deberían explicar qué idea de socialismo tienen y qué tratarían de sustituir en la política municipal vigente y justificar su voluntad de hacer política institucional. Y resultaría que aceptada la justificación, y que ambos ya han conocido las mieles institucionales, Pérez gozaría de la enorme ventaja de la experiencia municipal, tanto desde el poder como de la oposición, mientras que Fernández debería aprenderlo todo. ¿Renovadores de verdad? ¿Gestores de la nada? Ideas, ideas e ideas, que los nombres siempre tienen pros y contras. Profesor de universidad