Josep Antoni Duran Lleida ha hecho oficial su renuncia a la secretaría general de CiU, un cargo que tiene más de simbólico que de efectivo, pues el líder catalán se mantendrá en dos puestos más importantes --portavoz de CiU en el Congreso y presidente de la comisión de Exteriores de la cámara baja--, que le ofrecen una mayor proyección. En el aire queda, por ahora, si Duran volverá a ser cabeza de cartel en las elecciones legislativas del próximo año. Es la solución pactada con Mas para ganar tiempo. Por un lado, el presidente catalán acepta un limitado paso atrás de Duran sin exigir otras renuncias que hubieran desencadenado un conflicto abierto, y el líder de Unió mantiene el compromiso público con la consulta por mucho que la procesión vaya por dentro. Con este gesto, Duran logra margen de maniobra para actuar en caso de que la evolución de los acontecimientos le aconseje encabezar un nuevo proyecto político que rescate los restos del nacionalismo catalán tras un hipotético choque de trenes. Y puede ser el primer paso del definitivo adiós si este gato viejo de la política constata que se ha quedado sin espacio.