Un año después de la riada del Huerva, que se llevó por delante buena parte de los paseos del parque Bruil, el ayuntamiento de Zaragoza ha colocado unas vallas de protección que delimitan el cauce del río. Después de más de doce meses con un cinta como única frontera entre el ocio y el peligro, las vallas vienen a confirmar el recelo de los usuarios, que temen que el arreglo definitivo vaya para largo. La Confederación Hidrográfica del Ebro tiene que aplicarse en reparar los daños que le conciernen para que el ayuntamiento se afane en los suyos, de manera que el parque, uno de los pocos que hay en el centro de la ciudad, sea utilizado con seguridad.