Me quedé sin palabras.Es tanta la inquina de la derecha contra Pedro Sanchez que, al escuchar las diecinueve descalificaciones que Pablo Casado le dedicó en una entrevista de apenas veinte minutos, enmudecí de estupor : catástrofe para España, traidor, desleal, felón, chovinista, ilegítimo, deslegitimado, mentiroso compulsivo, desequilibrado, personaje ridículo, okupa de la Moncloa, irresponsable, incapaz, ególatra, mediocre incompetente, rehén del independentismo, traidor a España… Solo la cantante mexicana de rancheras Paquita la del Barrio le supera cantando Rata de dos patas, canción en la que dedica doce adjetivos en tres minutos a la traición de un desamor, eso sí con mucha más gracia y coraje.

No es ninguna novedad para el PP utilizar la brusquedad de las formas y el insulto recio o la descalificación para señalar al adversario político. Lo hicieron con José Luis Rodríguez Zapatero entre 2005 y 2007 con una docena de manifestaciones contra las conversaciones del Gobierno con ETA y contra el estatuto de Cataluña. Lo acusaron de todo: de negociar el derecho de autodeterminación para Euskadi y su anexión de Navarra, de romper España… Hoy, ETA ha desaparecido hace años, Navarra sigue donde siempre, en el país vasco no hay ningún derecho de autodeterminación y la operación de Ibarretxe se disolvió como un azucarillo en vaso de agua, rechazada políticamente en el Congreso de los Diputados, sin apelar a los tribunales de justicia.

El manual es el mismo: elevar la tensión, crispar, confrontar desde los extremos y con medias verdades y muchas mentiras, (Rivera llamando a evitar los indultos de los políticos catalanes presos) desorientar, desmoralizar, cabrear, cansar al votante de izquierdas y fomentar la abstención. Por eso vale todo, nada queda a salvo, desde la política exterior, el terrorismo, pasando por la política territorial. Cuestiones de Estado que quedan subordinadas a la única estrategia que tienen conseguir el poder. Ya se sabe: para la derecha, que gobierne otro es un pecado, una usurpación, por eso convierten cualquier actuación en traición.

Por eso, cuestiones superadas por el propio partido popular como la despenalización del aborto, la igualdad o el maltrato a las mujeres, se cuestionan, se recuperan ideas carpetovetónicas y se pierden complejos insultando. La enemistad se impone haciendo imposible la empatía y la negociación.

Cataluña es actualmente el gran agujero negro de la política española. Cualquier propuesta encaminada a intentar resolver esa cuestión, está condenada al fracaso. Por la oposición de las derechas y el tembleque de piernas de algunos barones socialistas.

Con la figura del «relator» presente en la posible mesa de partidos se ha demostrado (al margen de los problemas de comunicación que la vicepresidenta ha tenido) que el Gobierno está maniatado por la mayoría de los barones que son presidentes de gobiernos autonómicos. Es una figura útil que se viene utilizando en centenares de negociaciones: en problemas dentro de las empresas, en convenios colectivos, entre los consumidores, en las relaciones laborales, en los divorcios, en pleitos familiares, en las comunidades de vecinos… y que históricamente ha posibilitado mediar y avanzar en terribles conflictos como el terrorismo etarra. No hay razones para oponerse. ¿O es que no les gusta el diálogo y prefieren la aplicación del 155 de forma perpetua? Lo que hay es miedo a enfrentar un problema como el catalán desde la racionalidad y el sentido común. Piensan que las próximas elecciones las va a ganar quien haga ondear con más energía la bandera rojigualda y sean más agresivos contra los independentistas.

No entiendo que en una comunidad autónoma como la nuestra con más de setenta mil ciudadanos viviendo interrelacionados con la cultura catalana, su lengua y vidas en común, se obvien continuamente en los discursos y soflamas de nuestro presidente autonómico. La prudencia debería ser en estos casos norma de conducta, aún pensando en réditos electorales, porque los apoyos ciudadanos y los votos que pueden captarse con esas arengas solo favorecen a los extremos y enturbian relaciones fructíferas de toda una vida.

Los constantes palos en la rueda que desde algunos socialistas se le ponen a Pedro Sánchez, aparte de la deslealtad que manifiestan en momentos tan críticos, demuestran tener escasa visión de futuro, pues él es el único candidato que puede mantenerse en la Moncloa.