Ven a la República Independiente de tu casa. Puigdemont ha convertido en propio el lema Ikea, declarando la República Independiente de Cataluña. Porque eso ha hecho, por mucho que haya optado por la vía del medio, aprobar pero suspender, jugar a la indefinición, al ni sí ni no sino todo lo contrario, a la callada por respuesta. Pensaba que hacerse el sueco le iba a valer con un Ejecutivo central que hasta ahora no se había puesto las pilas constitucionales, pero se le han acabado las tonterías. Bienvenido ese ultimátum de Rajoy, que por fin ha empleado el mecanismo del 155 para exigir que el independentista aclare los términos de su jugada (si es sí o no, y en caso de que sea sí, dé marcha atrás). Llega tarde esa contundencia jurídica, pero llega con un amplio respaldo político, algo que le otorga mayor valor añadido, más en esta España dividida de hoy. Bravo por ese nuevo rumbo adoptado por el PSOE, que ha dado su apoyo al presidente, defendiendo el estado de derecho, el diálogo y la reforma constitucional, tan necesaria, pero siempre desde la aplicación de la ley. Algunos como Iglesias acusan a Sánchez de volver al socialismo casposo, de haber claudicado, por no reconocer la validez del referéndum y por no apostar por la mediación como salida a la crisis de entendimiento entre España y Cataluña, pero no es otra cosa que un ejercicio de democracia, madurez política, responsabilidad y respeto a la legalidad, digno de elogio. Ojalá que el sentido común regrese a la cabeza de aquellos que nos llevaron a todos a esta especie de enajenación, esperemos, transitoria. H *Profesora universitaria