Había que haber pensado en proporcionar los cuidados necesarios sin que las personas dependientes tuvieran que abandonar su hogar de manera que solo se produjera el ingreso cuando la institucionalización proporcionara mejor calidad de vida. Pero eso se hizo parcialmente. ¿Podemos pensar ahora en un nuevo modelo de atención domiciliaria más integral que individualice las necesidades y los recursos necesarios? Por ahora tenemos miles de personas viviendo en residencias gestionadas mejor o peor, sostenidas por profesionales que habitualmente no gozan del reconocimiento que merecen y, como ya señaló el Defensor del Pueblo, remunerados insuficientemente. En el futuro tendrá que ser un personal con la formación adecuada pero también con la remuneración que sin duda se merecen. Porque tendrá que seguir habiendo residencias, a lo mejor distintas, caminando hacia un nuevo modelo arquitectónico que se asemeje lo más posible a un hogar, con servicios compartidos, pero garantizando la autonomía que sea posible, la intimidad y el ejercicio de todos los derechos ciudadanos, incluida la atención sanitaria pública. Y sobre la gestión hay que señalar lo evidente: cuando los fondos buitre consideran este sector como un gran negocio, algo está fallando. La crisis del covid-19 ha puesto sobre la mesa también la función de vigilancia de las administraciones públicas. En el futuro habrá residencias de gestión pública, públicas gestionadas por entidades del Tercer Sector o por empresas. Habrá privadas totalmente. Pero si algo ha quedado claro es que cualquiera no vale para gestionar, que con todo no se pueden hacer grandes negocios y que los poderes públicos deben de exigir requisitos y vigilar. Es necesario repensar e innovar. H *Profesor de universidad