El sistema de servicios sociales padece con mayor fuerza que otros sistemas de protección social el ataque del Covid-19, porque también ataca a la esencia de nuestra función: garantizar el desarrollo social de las personas.

Los servicios sociales nos dedicamos a facilitar la autonomía de las personas para manejar sus propias vidas y, al mismo tiempo, en un movimiento que no se puede separar en el ser humano, a facilitar su integración en el entorno social. Como bien se podrá apreciar son precisamente estos dos aspectos, especialmente el segundo, el que encuentra hoy dificultades.

Los centros residenciales del sistema, especialmente los de personas mayores y con discapacidad, se dedican a facilitar estos dos bienes: la autonomía y la sociabilidad. Son centros para la autonomía y la convivencia. Sustituyen a la familia en sus funciones. No son hospitales. Son centros que pueden tratar a personas que tienen dolencias crónicas, pero no son centros preparados para atender situaciones agudas o infecciosas. Son centros para la convivencia, no para el aislamiento. Toda la organización de estos centros está preparada para conseguir nuestros fines. Por eso, esta situación nos resulta tan dolorosa. No solo ataca de forma feroz y descarnada a nuestros residentes, a nuestros mayores especialmente, sino que ataca a lo que es nuestra función habitual. Nos ha vuelto el mundo del revés.

Las familias aragonesas han confiado y -pese a la situación actual- confían en estos centros. Las administraciones, las entidades y empresas gestoras de estos centros están haciendo enormes esfuerzos de gestión para abordar la situación creada por el coronavirus. Han tenido que adaptarse en un tiempo record a nuevos protocolos que rompen su dinámica diaria. Han tenido que reorganizar las plantillas, los turnos, los refuerzos, el reparto de los escasos medios de protección (especialmente al inicio de la pandemia). Lo están haciendo bien. Los trabajadores de estos centros están teniendo un comportamiento ejemplar, digno de respeto y valoración social. Con su esfuerzo se están ganando un espacio de relevancia social que el conjunto de la sociedad deberá tener muy en cuenta el día después.

En estas semanas los centros residenciales de los servicios sociales han continuado viviendo bajo una mirada que de siempre ha ninguneado socialmente su valoración. Frente al reconocimiento merecidísimo de otros ámbitos, como el sanitario, los trabajadores de los centros residenciales tienen que luchar no solo contra el coronavirus, contra el cambio en el modelo de gestión en unos días, si no también contra la incomprensión de su papel social en nuestro modelo de convivencia y, en particular, en estos días aciagos, durísimos, contra el silenciamiento de su importante labor social. Son sus cuidadores, los sustitutos de sus familias, y ven como enferman y fallecen personas a las que se sienten profundamente apegados

Desde el Instituto Aragonés de Servicios Sociales hemos trabajado sin descanso en estas semanas para dar soporte a todos los centros residenciales. Hemos repartido los escasos medios de protección. Hemos movilizado cientos de recursos humanos para facilitar su refuerzo. Hemos mantenido contacto permanente con los centros afectados, con las plataformas empresariales y sociales y las administraciones locales. Hemos creado nada menos que cinco centros intermedios con más de 400 camas residenciales en diez días. En algunas ocasiones, muy pocas, hemos tenido que intervenir en la gestión asistencial de algunos centros, no porque normalmente esos centros hicieran mal la gestión ordinaria, sino porque en estos momentos, desde el punto de vista de la emergencia sanitaria, se entendía que era necesario garantizar la aplicación de los nuevos protocolos de gestión, la seguridad y la salud de las personas.

Como Director Gerente del Instituto simplemente manifestar mi reconocimiento público al conjunto de los empleados públicos tanto del IASS como de cualquier otra administración que están demostrando el valor y significado de la función pública. Un reconocimiento que debe hacerse extensivo a los trabajadores del ámbito social y privado.

Para acabar, les pido que aplaudan también la actitud y la gestión de las personas implicadas en proteger a nuestros mayores en los centros residenciales de Aragón.