En mis clases de economía de la empresa, una de las primeras fórmulas que se enseña a los alumnos es Ingresos-Costes=Beneficios. Las empresas tienen un objetivo fundamental: maximizar sus beneficios a largo plazo, y eso atendiendo a la formula, se puede lograr o incrementando ingresos o reduciendo costes. Es simple y hasta cierto punto razonable. Las empresas compiten entre sí para atraer clientes, bien en calidad o bien en precio, y así juegan para mejorar ingresos y costes.

Por el contrario, si una empresa tiene los ingresos fijos, por ejemplo una residencia privada pero pagada por la administración pública (en la que la administración y/o el usuario pagan una cantidad X constante por residente), solo hay una forma de incrementar el beneficio, reduciendo los costes. Es conocido que el salario de un auxiliar de enfermería en una residencia privada es muy inferior al de las públicas y que sus condiciones laborales son peores, lo que provoca una alta rotación, desmotivación etc.

El fenómeno de buscar el ahorro en costes se reproduce con certeza en muchos otros ejemplos, es la lógica del beneficio. No hay que ser muy hábil para pensar que existe una obvia relación entre esta lógica y que el Ejército haya encontrado cadáveres conviviendo (aunque suene paradójico) con los ancianos. Aquí, habrá quien hable de los desalmados empresarios del sector de las residencias, pero no es una cuestión de tener o no tener alma, desalmados los hay en todos los ámbitos, no creo que las residencias tengan más que otros sectores.

El problema es otro, lo expreso muy bien en el afamado economista Rodrigo Rato: «Es el mercado, amigo». El mercado está muy bien para que haya competencia entre los bares de mi barrio por hacer mejores tapas, sin embargo, hay cosas que quizá es mejor no dejarlas en sus manos. Deberíamos pensar cual es el objetivo que nos marcamos para las residencias, ¿Qué deben ser, un aparcadero de viejos o un lugar de cuidados para una vejez razonablemente feliz? Si se opta por la primera opción el mercado lo hará bien. Si se opta por la segunda, será mejor sacarlas de la lógica del beneficio y gestionarlas desde lo público. Pero aquí, habrá que ser coherente y saber que la calidad y los cuidados cuestan. Si queremos residencias donde prime la calidad y no el beneficio, igual hay que subir el IVA o el IRPF. Echarle la culpa a «los desalmados» para no pagar más impuestos «no se vale».

*Profesor y economista