Aalgunas personas el poder les sienta mal; a unas peor que a otras, pero peor aún les sienta su pérdida. Solo los que han sido presidentes de los Estados Unidos de América pueden saber lo que es perder el despacho oval, y todas las prebendas que la presidencia más poderosa del mundo tiene. Debe de ser una satisfacción incalculable, cuando el último residente de la Casa Blanca a fecha de hoy se resiste a abandonarlo, y si para ello tiene que inventarse manipulaciones, pucherazos, robos u otro tipo de irregularidades electorales no duda en hacerlo.

Recuerdo una canción: Clodomiro el Ñajo, cantado por Carlos Mejía Godoy y Los de Palacangüina , allá por 1978, que decía Me defiendo, me defiendo como gato panzarriba… que hablaba de la resistencia y de un cierto éxito… pues bien, el espectáculo que estamos viendo estos días es de resistencia postelectoral, o de un rechazo visceral a ser «el perdedor».

No se puede olvidar que, para un americano, ser un perdedor es una de las provocaciones más fuertes que se le pueden hacer a una persona, es casi un insulto:

Lo cierto es que Trump anunció, no se sabe muy bien si como una amenaza o como una profecía que, si no ganaba las elecciones, impugnaría los resultados porque estarían amañados. La profecía se cumplió y perdió. Pero Trump no admitió su derrota, y la amenaza también se cumplió.

Llegados a este punto, cabe preguntarse si a Trump le preocupa más dejar el despacho oval, en cuanto a la pérdida de poder y status que significa, o quizá o ser un perdedor.

Trump ha resultado ser un mentiroso compulsivo y en serie, y candidato al sofá de un buen psicoanalista con un largo y trabajoso psicoanálisis por delante. Habla del «robo de las elecciones», pero no se sabe muy bien si habla de su experiencia pasada, presente o futura. Pero los demócratas tendrán que proteger la democracia de influencias tan perniciosas como las suyas.

El quasi creador en redes sociales de términos como , se ha convertido en el mejor exponente de ellos, y los puede generar con antelación o con nocturnidad y alevosía.

Algunos analistas han avanzado la idea del miedo; un miedo postelectoral pero racional relacionado con el número de causas pendientes que deberían ser resueltas en los juzgados norteamericanos, tras su salida de la Casa Blanca.

En estos cuatro años (2016-2020) América ha sufrido los embates republicanos y distorsionadores de Trump; ha retrocedido en una serie de aspectos sociales, tanto a nivel nacional como internacional, y podría decirse que se ha librado del desastre total por puro milagro.

Por todo ello, y pensando en el bienestar de los americanos y de las relaciones internacionales, en general, el todavía presidente debería plantearse que «una retirada a tiempo puede ser una victoria» y si continúa en su empeño, los perjudicados serían todos los americanos primero, y el resto de ciudadanos del mundo, después.

Si realmente cree en lo que dice: debería dar un paso atrás y dejar que la América que tanto ama, camine sin él o sin sus efectos perniciosos.