Somos muchos los que estamos en contra del cuanto peor, mejor. No lo puedo demostrar cuantitativamente, no me da para encargar un sondeo con una muestra suficientemente representativa. Aunque esto igual le ocurre a gran parte de las publicadas y nos las tragamos sin masticar.

Pero hay una sensación persistente, da igual nuestra ideología, sobre el riesgo que el camino de tensión extrema de los últimos días nos lleve a la destrucción social. Solo los más exaltados, de uno y otro lado, están en la estrategia de romper todo lo construido para alcanzar su objetivo particular, y se necesitan uno enfrente del otro para crecer.

Los resistentes, y a veces acusados de equidistantes, estamos en medio esperando soluciones políticas y hábitos de negociación. No nos creemos el engaño de más seguridad (una intervención permanente policial y militar en Cataluña) a cambio de menos libertad. Esa ecuación ha sido falseada muchas veces con resultados bien conocidos, y es uno más de los síntomas que señalan el proceso de latinoamericanización que estamos experimentando.

La debilidad de las instituciones democráticas es otro de los fenómenos importados, con un obstruccionismo continuo en su funcionamiento. Llevamos 12 prórrogas en la tramitación de la reforma de la Ley de estabilidad presupuestaria, porque la Mesa del Congreso la tiene bloqueada precisamente porque el Gobierno sí tiene mayoría en el pleno para sacarla adelante.

La modificación en la conformación de liderazgos políticos, con un aumento del culto de la personalidad, en detrimento de la función deliberativa de los partidos ha llegado a su máxima expresión. La idea de que una figura carismática fuerte, es por otra parte contradictoria con la apelación constante a la movilización callejera. La legitimidad otorgada por los votos no les parece suficiente y necesitan de la ratificación en la protesta. Ha sido la estrategia de gran parte del independentismo, que se repetirá del otro lado el domingo en Madrid con el #YoVoy.

Que lejos queda cuando España era el ejemplo en todos los procesos de reforma democrática en América Latina. Los cambios radicales de las políticas de consenso se han instalado entre unos líderes que llegan con más prisa que conocimiento, otros que se resisten a irse, y algunos dirigentes que no recuerdan bien los conceptos de lealtad y prudencia. Los resistentes también tenemos un límite, que deberemos estirar como decía ayer una amiga tuitera: «Están subiendo el tono, bajemos el volumen».

*Politóloga