Reconozco que instancias sociales tan importantes como las relacionadas con las religiones tienen el derecho --y también la obligación-- de opinar sobre todo lo que consideren oportuno. Nada que objetar, aunque, a la recíproca ¿podemos opinar sobre tales pareceres los demás? Supongo que sí, y en ese sentido asombra el cinismo de quienes doctrinalmente siguen las consignas vaticanas y peroran contra modos y maneras de vivir más que dignas y tan respetables como las que ellos auspician. Jamás me atreveré a acusar a la Iglesia católica de dislates que cometen algunos de sus miembros (¡vaya con la pederastia!). Los curas, obispos y cardenales católicos son gentes respetables cuyas actitudes responden a los cánones de templanza y castidad que se han impuesto (con o sin razón). Pero muchos curas, algunos obispos y más de un cardenal, la carne es débil, incumplen, con enorme escándalo las obligaciones libremente asumidas. Confundir la parte con el todo, lo repito, es craso error. El mismo que comete la Iglesia al opinar y sancionar comportamientos dignísimos de gentes honradas que piensan y se comportan de modo diferente al que la Santa Sede auspicia.

*Profesor de Universidad