La campaña de vacunación contra el covid-19 que se lleva a cabo en España desde el pasado día 27 de diciembre ha cobrado más protagonismo en la última semana por los incumplimientos del protocolo establecido por el Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas que por los problemas de producción que han anunciado las farmacéuticas. La cascada de nombres de cargos públicos --alcaldes y consejeros autonómicos de varios partidos, directores de hospitales y militares como el Jefe del Estado Mayor de la Defensa (Jemad)-- que se han saltado el turno no ha hecho sino poner en evidencia que en el país de la picaresca parecía imposible que esta no salpicara a una cuestión tan vital como la protección de la salud en medio de una pandemia global.

Es cierto que entre el negro y el blanco hay una gama de grises, y tras conocerse la existencia de los primeros tramposos, surgieron otros casos cuyas circunstancias personales no eran ni por asomo equiparables. Es el caso de los alcaldes de Luesia y Asín, en Aragón, que han resultado ser más víctimas del paroxismo ejemplarizante de sus respectivos partidos que del veredicto de la opinión pública. Es necesario investigar todos los casos, conocer las circunstancias concretas de cada uno y ser implacable en aquellas conductas en las que se haya podido producir un aprovechamiento ilícito de las circunstancias o un abuso de autoridad que en una situación tan grave como la actual no solo sería muy reprochable moralmente, sino que debe causar todo el desprecio social posible.

Tal vez sea el momento de estudiar el protocolo elaborado por el Ministerio de Sanidad y acordado en el consejo interterritorial en el que están representadas todas las comunidades autónomas. Los criterios para establecer los grupos prioritarios parecen, no obstante, bastante lógicos, ya que atiende primero a las personas más vulnerables y más en riesgo, como es la población de edad más avanzada y quienes se exponen a diario ante el coronavirus, que es el personal sanitario y de residencias. Estas tienen que ser las prioridades absolutas, y nadie más. Igual que en las Fuerzas Armadas parece más lógico que se aplique profilaxis antes a los que están en la calle que a los que trabajan en el despacho.

Sin embargo, hay que confiar en que se acelere el ritmo de producción de las vacunas, a pesar de que sea un proceso complejo. Más difícil parecía descubrir un antídoto en menos de un año para un virus desconocido que ha puesto el mundo patas arriba. Si esto se ha logrado no tiene por qué serlo más el proceso industrial de fabricación, para que las dosis lleguen cuanto antes al espectro de población más amplio posible.