Existe un gran desconocimiento sobre los emigrantes, que con grandes dosis de desesperación desde sus países de origen intentan llegar a Europa o los EEUU. Ignoramos quiénes son, su procedencia y las causas de la salida de sus países. La causa fundamental es la dinámica del capitalismo global y las intervenciones militares. Para Zizek, el actual desorden es la auténtica realidad del Nuevo Orden Mundial.

Casi todos proceden de Estados fracasados, donde la autoridad pública es prácticamente inoperante en gran parte del territorio (Siria, Irak, Libia, Somalia, Congo, Eritrea, Honduras, Guatemala, Salvador…). En estos casos, la desintegración estatal, es el resultado de la política y la economía internacionales, y en algunos casos, consecuencia directa de la intervención occidental, como en Libia, Irak o Afghanistán. El incremento de los Estados fracasados no es algo fortuito, sino uno de los mecanismos de las multinacionales de los grandes Estados para ejercer su colonialismo económico. El imperialismo del siglo XIX se ejercía directamente por los Estados-nación. Hoy las grandes potencias, en lugar de mantener Estados bajo su tutela, prefieren destruirlos, en un proceso de desestatización del capitalismo mundial. En territorios llenos de recursos se crean zonas francas, anárquicas, sin Estado, donde las grandes firmas operan sin control. Hay semianarquía, bandas armadas, controladas o semicontroladas con chicos drogados, pero los negocios se hacen, incluso mejor que antes, al ser más fácil negociar con estas bandas armadas que con Estados constituidos, que pueden preferir otros clientes. A estas nuevas prácticas imperiales, a saber, destruir a los Estados en lugar de corromperlos o sustituirlos, Badiou las denominó «zonificación», zonas infraestatales, que son, en realidad, zonas de saqueo no estatizadas.

Un paradigma es la República Democrática del Congo, víctima cruel de la historia. Sus habitantes han sido esclavizados y masacrados desde que los descubrieron los portugueses a finales del siglo XV y con los esclavistas ingleses, franceses y holandeses repoblaron la mitad de América. Luego llegó el genocidio de Leopoldo II, rey de Bélgica, en tiempos del imperialismo contemporáneo. Han sufrido guerras crueles los últimos 60 años; epidemias apocalípticas de sida, ébola, cólera; cifras tremendas de desnutrición, feminicidios, tortura y esclavitud sexual; las peores condiciones de trabajo. Sus desgracias se deben a que en sus entrañas abunda todo lo que el hombre blanco necesita. Primero el marfil que arrasó elefantes y pueblos, luego el caucho (en el origen del automóvil y los aislantes de la electricidad), el agua y el potencial termoeléctrico, y hoy el coltán, compuesto de los minerales (col)umbita y (tan)talita indispensables para la tecnología de nuestros días, que tienen aquí el 80% de las reservas mundiales, de los que dependen la felicidad del consumidor y la prosperidad ilimitada las multinacionales.

Aquí hay un mercado voraz de armamento made in China, India, Rusia, Alemania, EEUU, Israel, Brasil… Existen hoy 120 grupos armados dedicados al negocio del coltán. Según Unicef al menos 40.000 niños mueren en vida sacándolo del subsuelo.

Me fijaré en el testimonio de Caddy Adzuba, abogada, periodista y activista por los Derechos de las Mujeres, la infancia y la libertad de prensa. En 2014 recibió el Premio Príncipe de Asturias a la Concordia. Esta mujer congoleña ha sido testigo del conflicto armado que asola la República Democrática de Congo desde 1996 con frágiles periodos intermitentes de alto al fuego. Son palabras muy duras. La mujer se convierte en arma de guerra. «Un arma se utiliza para matar. Cogemos un fusil para disparar y poner fin a la vida de alguien. En la guerra del Congo, cuando planificaron las estrategias, se dieron cuenta que atacar a las mujeres ayudaría a ganar la guerra. La mujer en el Congo está en el centro de la vida comunitaria porque tiene en sus manos la economía informal. En África detrás de cada mujer puede haber 20 personas ya que dan a luz muchos hijos/as y con 55 años pueden ser abuelas. Así que los recursos de familias extensas dependen de una sola mujer. Por esa razón utilizan a las mujeres como arma de guerra, ya que si es torturada no podrá ir al campo ni trabajar y toda su familia estará en peligro. Esta es la lógica de la guerra: en lugar de utilizar 40 balas, con un solo disparó se destruyen muchas vidas. El hombre también depende de la mujer. Cuando se viola a la mujer, el hombre se queda hundido. La mujer es considerada sagrada en nuestra cultura y el hombre se identifica a través de su mujer. Cuando una mujer es objeto de violencia sexual, y es humillada, el hombre se viene abajo y es fácilmente manipulable».

Afortunadamente a algunos de estos criminales les llega su castigo. Como a Bosco Ntaganda, al que ha declarado culpable el Tribunal de la Haya. Lideró varios grupos armados en el este de la República Democrática del Congo que sembraron el terror por doquier. Su apodo de Terminator señala la crueldad de sus crímenes: ordenó a sus hombres que robaran y violaran a civiles, provocó desplazamientos masivos para controlar minas de oro y coltán. Su poder y riqueza fueron tan grandes como su falta de escrúpulos: arrasaban aldeas enteras, mataban a golpes a bebes, violaban a mujeres en grupo y mutilaban a ancianos.H

*Profesor de instituto