Me ha emocionado escuchar por radio desde Berlín a los camioneros y otras personas atrapadas por la descomunal nevada que asoló el país la pasada semana.

Me conmovió sobre todo la santa paciencia y resignación de quienes tuvieron que esperar numerosas horas en sus vehículos hasta que pudieron finalmente proseguir su viaje.

Como también ver en las emisoras de televisión cómo mientras algunos sacaban alegremente sus tablas para hacer esquí de fondo por calles y plazas de la capital, muchos otros vecinos sacaban cubos y palas de sus casas para liberar las calzadas.

En ese tipo de situaciones de emergencia es donde mejor se ve la despreocupación de una minoría y, por el contrario, el sentido de solidaridad de la inmensa mayoría.

En la capital alemana apenas ha nevado mientras la nieva caía abundante sobre nuestra península, derribando árboles y cubriendo numerosos vehículos, en una prueba más del cambio climático cuyas consecuencias son cada vez más evidentes.

Algunos imbéciles dirán, emulando en ello al «imbécil en jefe» de EEUU, que el frío que hace estos días demuestra solamente que no es cierto lo que dicen los expertos de todo el mundo sobre el calentamiento del planeta.

Pero si la actuación de la ciudadanía fue en la mayoría de los casos ejemplar, desastrosa fue, por el contrario, la falta de previsión y tardía respuesta de las autoridades.

Fue una auténtica vergüenza, por ejemplo, la falta de previsión, el hecho de que en plena pandemia, las llegadas a los hospitales se vieran obstruidas por montones de nieve que nadie parecía ser capaz de retirar de allí para que pudieran acceder fácilmente las ambulancias o los pacientes.

Bomberos en casa

Los bomberos forestales expresaron su asombro por el hecho de que, ante tamaña emergencia, la jefatura hubiese decidido dejarlos en casa el lunes y martes de esta semana.

Más de una treintena de vehículos forestales y otros sesenta de distintas cilindradas, infrautilizados, se quejó en un tuit la asociación que los representa.

En lugar de tratar de resolver cuanto antes la situación, los políticos del Gobierno madrileño se dedicaron, como es ya habitual, a culpar exclusiva y desvergonzadamente al de la nación de lo que pasaba.

Tampoco puede el Gobierno central lavarse siempre las manos y decir que corresponde exclusivamente a las autonomías salvar cualquier situación con sus propios medios. En lugar de reproches mutuos, habría hecho falta también esta vez una mejor articulación entre todos.

Lo reflejaba con su habitual agudeza mejor que nadie El Roto en la viñeta que publicó el lunes en 'El País' y en la que aparecía un esquiador en medio de la nieve acompañado de esta leyenda: «La nieve lo cubrió todo, menos el estado de abandono del Estado».