Cuando uno pisa una redacción por primera vez, fuera se quedan un montón de preguntas. No caben por la puerta. Tienen que ver con la vocación, con la sensación de vértigo y con los intangibles propios de cada oficio; claves que no se ven, pero se intuyen. Luego todo se sucede tan rápido que solo queda exprimir el día a día. Como si lleváramos botas de siete leguas, los periodistas saltamos de acontecimiento en acontecimiento en una desbocada carrera que apenas permite plantearse cuestiones del tipo de dónde vengo, a dónde voy, qué quiero y qué no. No hay tiempo. Si esto te gusta, p’alante.

En casi 28 años, esta casa ha brincado de las guerras de Irak a los Juegos del 92; del Gomarcazo al Bilbiligordo; de la Recopa a los descensos; del accidente de bus en Pina a las riadas del Ebro; del Yak a la Expo; del 11-S al 11-M; de Conchita y los Arcega a Escartín y Pauner; del marcelinato a la Opel; de la ilusión de Jaca-98 a la broma de la candidatura olímpica; del «ha sido el 6» a la autovía Mudéjar; de Gorbachov al Challenger; de Gadafi a Lewinsky; de la corrupción a la matraca catalana; de Biescas al Katrina; del primer CAI al segundo; de los guardias de Sallent al atentado de El Corte Inglés, el coche bomba de Delicias, la caravana de la muerte, el furgón de Prosegur o el secuestro de Cordón... ¡Uf!. Una lista interminable.

Eso sí, de todos los hitos informativos, de todas las sacudidas que hemos vivido, hay una grabada a fuego en las paredes de esta sala. Ocurrió el 6 de mayo del 2001, cuando ETA mató a Giménez Abad ahí fuera, casi en nuestra puerta. Basta con señalar que el cuerpo del político jaqués estaba aún en la acera y aquí dentro no teníamos más remedio que maquetar, diseñar, escribir, elegir fotos... Cayeron tantas lágrimas sobre los teclados que a veces parece que siguen mojados. Aquel día, más que nunca, entendimos y asumimos que la prensa es una de las patas de la libertad y que no se concibe la democracia sin la aportación que los medios hacen desde la honestidad de su trabajo. Contra la sinrazón, pe-rio-dis-mo.

Por ello, ahora que este diario vive otro punto de inflexión, otro brinco, el inicio de un nuevo proceso de maduración de la mano de Nicolás Espada, es de ley que recordemos la aportación de una figura que ha sido esencial para este equipo desde el primer día. Y es que uno no llega a la respuesta de por qué ha querido ser periodista hasta que no ha trabajado mano a mano con Jaime Armengol. Gracias mil. H *Periodista