Recuerdo cuando en Podemos hablaban los unos y los otros con naturalidad. Cuando se referían a sus compañeros con entusiasmo y cuando defendían los errores evidentes del que se sentaba al lado. Parece que ha pasado un siglo y no hace ni cinco años de aquello. Recuerdo también que cuando empezaron a crecer (en edad y en número) y comenzaron las dificultades. Las diferencias entre algunos de sus líderes empezaron a aflorar. Primero en forma de susurros. Después casi a gritos de manera pública y, sobre todo, en mayúsculas en redes sociales y chats privados.

Cuando se produjo la primera ruptura entre Íñigo Errejón y Pablo Iglesias todavía medían sus expresiones como buscando una posible reconciliación que nunca llegó. En aquellos días cuando algunos dirigentes respondían mensajes borraban rápidamente la conversación por si pudiera ser utilizada y llegar a manos de otros (del mismo partido). De todo esto no hace tampoco mucho tiempo. Menos de dos años. La herida desde entonces no solo no ha cicatrizado sino que se ha ido abriendo más.

Imagino que si hace 20 o 30 años las guerras internas del PSOE o PP hubieran contado con la inestimable ayuda de los teléfonos móviles estaríamos haciendo apreciaciones parecidas de las broncas que hubo entre González y Guerra o entre Aznar y Rajoy. Pero hablamos de Podemos, de las decisiones de Iglesias, de Bescansa y su documento, del chalet de Galapagar y las críticas llegadas desde Andalucía. Hablamos de un partido que trata de hablar de sus logros (el acuerdo de Presupuestos) pero comete errores parecidos a los del resto. Que, como otros, los achaca a la prensa o a que la gente no les entiende como dijo el otro día Irene Montero a Aimar Bretos en la cadena SER. Que resiste mal la hemeroteca como le pasa a Echenique cuando dice que quien pierde tendría que irse... cosa que él no hizo cuando se presentó contra Iglesias y perdió. Pero ojo, porque esta vez a Errejón la jugada puede salirle mal (de nuevo). Incluso algunos de los que siempre se han mostrado más cercanos no entienden lo que ha hecho. Aseguran que las negociaciones sobre su candidatura estaban muy avanzadas. Pero todo le parecía poco. Dicen que si quería más, podría haberlo planteado donde corresponde. Achacan la incomodidad de Errejón a que no ha superado su derrota interna y mira con desprecio a sus compañeros de Podemos a los que ya no considera una opción. De ahí que prefiera ir tras las siglas de Carmena.

Veremos qué sucede con su escaño del Congreso en las próximas horas... es posible que lo deje. Nunca se sabe en la política española. Errejón puede desaparecer del mapa o llegar más lejos. Recuerden a Juanma Moreno, a quien hace un mes y medio iban a montarle una gestora y desde hace unas horas es oficialmente el presidente la Junta de Andalucía.

*Periodista