Se cumple casi un siglo en España del Retiro Obrero Obligatorio, el primer sistema de pensiones impulsado por el Estado en 1919. Nada del otro mundo, pensado para los que cobraban hasta 4.000 pesetas anuales (24 euros), les garantizaba con las aportaciones del Estado, de los patronos y algo del trabajador, una peseta diaria al jubilarse. Las tensiones huelguistas y la experiencia de la Revolución Rusa influyeron en lanzar ese instrumento de pacificación social. Y cuentan las crónicas que hasta Afonso XIII, en un discurso en Zaragoza a finales de aquel año hizo mención a que el seguro de vejez de la clase trabajadora permitiría disfrutar de «una tranquila y respetada ancianidad, exenta de los dolores de la miseria».

Bueno, cien años después y con el actual sistema arrastrando un déficit anual de casi 18.000 millones de euros, el Gobierno ha decidido celebrarlo premiando a las pensiones privadas al facilitar el rescate de los fondos a partir del 2025, con diez años de permanencia. Sindicatos y partidos de la izquierda han acusado al PP de convertir en negocios privados lo que son derechos fundamentales, mientras sigue encallado el debate sobre el Pacto de Toledo.

Los técnicos de Hacienda (Gestha) lo resumen: beneficia a las rentas más altas. Si el actual modelo laboral, con paro, temporalidad y ahogo salarial no garantiza los ingresos al sistema, el fomento del ahorro al que llama el Gobierno no podrá tener seguidores entre los que más necesitarán la jubilación cuando les toque. Pero claro, ahora no hay nada que pacificar.

*Periodista