La picaresca era literatura, propia de nuestra cultura que ha dejado de ser lectura obligatoria y dictado en institutos y escuelas públicas y privadas. Género que describe, hoy también, el ascenso social de los que tienen una moralidad defectuosa. Se internacionalizó como literatura de ficción que definía nuestro pensamiento. Hoy define y hace realidad, como nadie, nuestra democracia. No tenemos que inventar personajes de cualquier actividad delictiva, se notan, se sienten, están presentes en todas las instituciones, (algunos en sesión continua), incluidas las diferentes creencias religiosas y oenegés, antes solo testorenizadas, a las que recientemente se ha añadido la «estrogenizacion feminista». Tengo que reconocer que exportamos pícaros desde mucho antes de la construcción del Escorial, por supuesto de Cuelgamuros, de la Constitución autonómica y de la aparición de lo que hoy denominamos posmodernismo liberal.

Es cierto que la hiperdemocracia y la errónea interpretación partidista de justicia social, han abonado el campo para que el pícaro este considerado como el mejor demócrata, representante del pueblo independentista.

La neocultural de derechos sin obligaciones ha conseguido el arraigo en nuestra genética a través de la epigenética que los personajes de leyenda se hagan realidad como personajes de estado unos, y otros han adquirido el estado de personajes. Rejuveneciendo los clásicos de nuestra literatura descritos por Quevedo, Cervantes o Rojas. El Buscón de la Moncloa . El Lazarillo de Galapagar, Rinconetes y Cortadillos, donde encontramos con inigualable realismo esas organizaciones gremiales de cleptómanos y manilargos encabezadas por, peneuvistas y convergentes, junto a múltiples y variadas comadres acelestinadas, portadoras, presidentas o vicepresidentas entre las que brotó inesperadamente una triste, desorientada y meninada autoridad parlamentaria.

Personajes que aquella ficticia picaresca entonces, la han convertido en doliente picaresca parlamentaria y realidad de la vida cotidiana de una sociedad que convierte al pícaro en demócrata y si es necesario en diputado o senador. Los vemos, los sentimos tan cerca o tan lejanos que son primicia exclusiva, sin propuestas, en casi todos los medios de comunicación, demostrando su ¿excelente vocabulario?, ¿construcción gramatical?, conocimientos de la infrahistoria. El político pícaro o el pícaro político ( el orden de factores no altera el producto) es polifacético y puede saltarse la ley sin sanción penal o administrativa, y si es pícaro delincuente taimado salir del trullo para tomar posesión como pícaro parlamentario. Hechos que éticamente, políticamente, jurídicamente, socialmente y culturalmente son condenables por las leyes, pero en esta España nuestra, que como decía Cecilia, huele a brea, son respetados por la pseudo democracia de extrema izquierda y socios como tales, convirtiendo las instituciones democráticas en juego de pícaros. Muchas diabólicas y virulentas acciones quedan sin castigo bajo el falso paraguas de nuestra extraña democracia. Decía Cervantes que «Nunca mejora su estado quien muda solamente de lugar y no de vida y costumbres». De esta forma principalmente, con carente moralidad, pretenden justificar la convivencia social con la picaresca parlamentaria. Es democráticamente vergonzoso que las cárceles donde residen los procesados, se hayan convertido en dependencias de la Generalidat y de Ajuria Enea. Centros de peregrinación de independentistas. Platos de televisión. Centros de reunión y decisión política. El sentido común me indica que lo del golpe de Estado, se esta consolidando.

*Catedrático emérito de la Universidad de Zaragoza