Poco ha publiqué en este medio Una imagen muy expresiva del covid19. Tal imagen era de las ondas concéntricas generadas por una piedra arrojada a un estanque. La más interna, el impacto inmediato del virus: miedo, enfermedad y muerte. La segunda, los efectos indirectos sobre la salud: más muertes de ictus, el retraso o anulación de pruebas de detección de cáncer… La tercera, el impacto social y económico del aumento del desempleo y la reducción de las economías. Y la última, la geopolítica, cambios de la política internacional. No hice referencia a las repercusiones educativas. A estas me referiré, tanto pasadas como futuras.

En el estado de alarma se cerraron los centros educativos. Hubo que reorganizar todo el sistema educativo para que 10 millones de estudiantes -8,5 en enseñanzas no universitarias- pudieran continuar el proceso de enseñanza y aprendizaje a distancia. La docencia presencial fue sustituida por la telemática. Los centros y el profesorado tuvieron que improvisar. Con sus propios ordenadores y medios; continuando a veces con el móvil y el WhatsApp, o vía email; con programas de videoconferencia y de trabajo en grupo online. Este cambio pedagógico sin manual de instrucciones, con escasos medios tecnológicos, poca formación en su uso didáctico, escasa experiencia en educación digital, no fue fácil. Las administraciones educativas impulsaron plataformas para dar soporte a los centros, y espacios web, donde aunaban recursos educativos antes dispersos, para docentes, alumnado y familias. Se puso en marcha la televisión educativa (5 horas diarias). Ha sido un gran reto para las administraciones educativas, profesorado, alumnado y familias. La suspensión de las clases y las medidas poco claras generaron un intenso debate y un profundo malestar entre familias y docentes.

El contrato educativo que establece los derechos y deberes de los diferentes agentes de la comunidad educativa se modificó radicalmente; nunca ha habido una distancia tan grande entre lo que las administraciones educativas exigen al alumnado, sus familias y sus docentes, y lo que les ofrecen. Ante un acontecimiento de tal enjundia, Enrique J. Díez Gutiérrez y Katherine G. Espinoza realizaron una investigación Educar y evaluar en tiempos del coronavirus: la situación en España, a partir de una encuesta a 3.400 familias y estudiantes de toda España en marzo y abril del 2020. El objetivo: conocer la visión de una parte de la comunidad educativa que se suele tener poco en cuenta.

Entre los resultados de la investigación: se quiere un retorno a las clases para el próximo curso, no en turnos alternos, sino con más profesorado y menos alumnado por aula, para poder hacer una enseñanza más personalizada y atender a la diversidad, respetando además la distancia social mientras la crisis del coronavirus, pero recuperando la cercanía personal y la convivencia emocional.

A su vez se extraen cinco ideas fundamentales:

1) A la brecha digital se suma y amplifica la brecha social, aumentando la desigualdad en épocas de crisis; la brecha digital se ve incrementada en el ámbito rural, en la España vaciada. Pero es sobre todo el alumnado de familias más vulnerables y con menos recursos —1 de cada 4 niños/as en España — quien ha visto reducida la función compensadora de la escuela pública. Buena parte de las familias con más necesidades «carece de las condiciones materiales (tecnología, conexión a la red, espacio, temperatura, etc.), de las herramientas culturales (habilidades pedagógicas, conocimientodel idioma, formación, etc.), del tiempo para acompañar el proceso educativo, de la estabilidad emocional (por problemas económicos, de salud, habitacionales, etc.) o de los recursos alimentarios necesarios para aprender.

2) Las tecnologías, que han sido un aliado esencial en la crisis, no son una alternativa a la relación educativa presencial, pero son una herramienta cada vez más enriquecedora para apoyar el proceso de enseñanza-aprendizaje.

3) Es necesario repensar el actual curriculum enciclopédico para discriminar lo prescindible de lo imprescindible y priorizar los contenidos relevantes, incluso una vez restablecida la normalidad educativa.

4) Evaluar no es calificar, es entender cómo ha sido el proceso de aprendizaje para ayudar a cada alumno/a a seguir mejorando y al profesorado cómo apoyarles. Un modelo de evaluación «continua, formativa e integradora», con un enfoque de «promoción general» de todo el alumnado y que «la titulación debe ser la práctica habitual». Y que la repetición de curso sea una medida realmente «excepcional» y justificada.

5) Es necesario que una de las prioridades educativas sea también «cuidar a las personas» y primar su bienestar integral, para «que nadie se quede atrás». Muchos jóvenes expresaban el sufrimiento en su confinamiento. Es un grave error mantener la maquina educativa funcionando sin tener en cuenta el bienestar emocional, físico y educativo de la comunidad educativa.

De cara el inicio del curso escolar está justificada la preocupación de las familias. Hay que combinar el derecho a la salud (alumnos, profesores, familia y sociedad), con el de educación (de los alumnos) y con el de la conciliación laboral (de los padres). ¿Cuál prevalece? Otro gran reto. En ello están trabajando las diferentes comunidades autónomas estableciendo protocolos de actuación