Los socialistas clausuraron ayer su 36º congreso federal, marcado por la lógica euforia tras el vuelco electoral, los forcejeos internos para conformar la nueva ejecutiva y las votaciones casi unánimes, con un discurso extremadamente realista de Zapatero. El incuestionado líder socialista demostró su empeño en no caer en el cesarismo cuando recordó que, como los emperadores romanos, también el PSOE es mortal. Que, igual que ha recobrado el poder, puede volver a perderlo. Y que el triunfo del 14-M no debe llevarle a dormirse en los laureles, sino a convertirse en "el partido de los ciudadanos". Un reto, el de reformular el socialismo, que el Gobierno deberá llenar de contenido con hechos y una gestión eficaz. La otra cara de la moneda ha sido la tensa confección de la ejecutiva, de la que Zapatero y Blanco querían excluir a líderes territoriales como Montilla. El PSC hizo valer su condición de partido autónomo para imponer su presencia.

Desde Aragón, el peso en el partido ha experimentado un incremento considerable. Además de Marcelino Iglesias en el consejo territorial, la presencia de Eva Almunia y Lucía Gómez en la ejecutiva y Mercedes Gallizo en el comité federal, son aportaciones que hay que aprovechar.