Es inevitable que cuando escribimos la Universidad, con mayúscula, nos sigamos refiriendo a la universidad pública, el gran espacio dedicado a la producción y la transmisión del conocimiento. Pero emergen desde hace tiempo otros escenarios formativos, producto de iniciativas privadas, que también aspiran a formar parte del ámbito universitario.

En la universidad pública se ha reaccionado con recelo ante el anuncio de que se va a poner en marcha en Aragón una de carácter privado que cuenta con la bendición oficial. Se teme que el nuevo proyecto se lleve clientela y, sobre todo, fondos institucionales. Por si acaso, el Rectorado anunció esta semana la puesta en marcha de nuevas titulaciones en los campus públicos y Felipe Pétriz ha pedido al Gobierno aragonés más dinero y más atención.

La existencia de otras opciones universitarias al margen de los centros públicos se ha hecho en buena medida inevitable. La universidad pública, con la enorme potencialidad de sus instalaciones, la calidad de su profesorado y la seriedad de sus métodos, mantiene sin embargo el liderazgo absoluto en la formación de titulados medios y superiores. Sólo que deberá competir. Y eso no es malo.