El paso de año es propicio para nuevas proposiciones y compromisos y también para los balances, incluidos los políticos. Se trata de avanzar pero sin dejar de mirar por el retrovisor, que tanto tiene que mostrarnos. Más allá de la matraca catalana que nos ha llevado a todos al hastío, un vistazo general nos ofrece una evidencia de difícil digestión: la continua divergencia conceptual entre una España que macrocrece y una mayoría de españoles para los que lo único que aumenta es la desigualdad y la precariedad cuando no la marginación. Parece incomprensible, pero el país va por un sitio y sus habitantes por otro.

Tras media legislatura sigue sin atisbarse ni siquiera un intento de pacto sobre el asunto de las pensiones, agotada ya la hucha de reserva. Pese a que la OCDE sostenga la dudosa afirmación de que en el caso de España son demasiado «generosas», el hecho es que no dejan de perder poder adquisitivo. Se ha repetido hasta la saciedad que el impacto de la crisis en nuestro país se ha minimizado por la fortaleza de los vínculos familiares, donde las pensiones de los mayores han sido el principal sostén. También porque España, junto a Eslovenia, ha sido el país en el que más ha crecido la solidaridad y la colaboración de organizaciones ciudadanas, como bien cuenta y contrasta Belén Barreiro en La Sociedad que queremos.

Es impropio que la inversión española en investigación haya caído el 9% en siete años cuando en Alemania ha crecido un 38% y la del Reino Unido un 39%. O que con un 40% de desempleo juvenil no se sepa cómo emplear 1.900 millones del fondo europeo, tres años después de su asignación. También que ante las continuas y escandalosas subidas de la tarifa eléctrica el Gobierno se desentienda. Y como guinda, una subida del salario mínimo condicionada al crecimiento y por tanto a los Presupuestos; excusa perfecta para vetar o no aplicar cualquier otra medida aprobada por los partidos o por el Congreso.

Motivos no faltan para dar la razón al profesor Ferrán Gallego, que ya en el 2015 hablaba de una «crisis orgánica del sistema»; o para releer esa reflexión de Boaventura de Sousa Santos que dice que «la apelación de un gobierno neoliberal al Estado de derecho es siempre una apelación disfrazada a un Estado de derechas». Y todo ello sazonado con el continuado desdén de Rajoy por los compromisos adquiridos, primero con Ciudadanos y luego con el PSOE. Mirar atrás asusta. Mirar hacia adelante, todavía más. H *PeriodistaSFlb