Cuentan que cuando tanto se tensó la cuerda para que el PSOE permitiese la investidura de Mariano Rajoy como presidente del Gobierno, y para intentar evitar una nueva repetición de las elecciones, se llegó a un pacto verbal con el PP: dos años de legislatura ostentaría el Ejecutivo un partido, y otros dos años, el otro. Hay quien dice que todo son novelas de ficción, aunque ahora aquella cantinela se ha cumplido. Pero la moción de censura de Pedro Sánchez es mucho más. Es su revancha y no solo contra los populares.

La maniobra del líder socialista da lugar a varios hechos insólitos. En el debate del Congreso vimos cómo lo que empezó siendo un ataque contra Rajoy se revolvió después contra el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, el hombre que más críticas recogió en los dos días de sesiones. Los partidos parecen haber abierto la veda contra Cs o bien porque las encuestas les eran favorables o porque insistió su líder en querer dar voz a los españoles ante la crisis política. El caso es que desde el debate está recibiendo feroces críticas hasta comparar a Rivera con José Antonio o decir de sus afiliados, concejales y diputados que recuerdan a las juventudes joseantonianas. (Algo bochornoso teniendo en cuenta que Cs ha sido perseguido en Cataluña y que el partido ha solicitado la celebración de elecciones para dar voz a los votantes).

Insólito es también que el PP, o Rajoy, prefiriera perder el Gobierno a dar paso a otro presidente popular. La afirmación de María Dolores de Cospedal de que no estaba garantizado el apoyo suficiente en el Congreso fue desmentida enseguida por el PNV. Su portavoz, Aitor Esteban, dijo que había un pacto para que Rajoy dimitiera y contaba con el apoyo vasco y de Cs para darle continuidad al Gobierno con otra persona limpia de corrupción. Eso sí, tres días después Rajoy anunciaba su marcha.

¿Cómo explicar todo esto a sus votantes? Despistando, que corran ríos de tinta contra Cs. No perdieron la moción, dejaron que la censura se perdiera intencionadamente. A Rajoy, que hoy presume de irse por su partido y por España, le importó poco la misma. En el restaurante en el que pasó la tarde de la primera sesión del debate, él y sus ministros pensaron que ir a elecciones así no les interesaba --y más con los casos de corrupción pendientes-- que preferían coger el guante de Pedro Sánchez cuando dijo que lo mejor para el PP era pasar a la oposición, rearmarse y demostrar que son la verdadera derecha española... ¿Y por dónde empezar? Atacando a Cs, culpándolo de todo para ganarle terreno electoral.

Hasta Podemos se unió a la fiesta contra Cs, especialmente el aragonés Pablo Echenique con sus tuits. Claro que en su partido, muy dados a poner las urnas hasta para el casoplón, no quisieron dar la voz a los españoles ante semejante crisis.

Así las cosas, da la impresión que PP y PSOE ganan tiempo para recuperarse entre la ciudadanía. Sánchez, conseguidos los apoyos para llegar a la Moncloa, empezará a desplazarse hacia el centro con pequeños toques de izquierda. Ya se ha vengado de Pablo Iglesias no guardándole ni un ministerio, quizá acordándose de cómo se rió de los socialistas en la investidura fallida. Ahora intentará que le retornen muchos votos que se fueron a Podemos y que le vayan otros de Cs. Por algo el presidente aragonés, Javier Lambán, hábil político y experto en sobrevivir a diferentes avatares, ha dado un consejo a Sánchez que debería recoger: las negociaciones con Podemos son difíciles. Y es que el último pacto del aragonés, aún en el aire, sobre la rebaja del impuesto de Sucesiones, se ha hecho con Cs y ahora lo cierra con PP y PAR.

Sánchez se vengaría así de todos y empezaría una carrera hacia las elecciones, eso sí con efectos mediáticos como los nombramientos de ministras y ministros y la oferta de diálogo. Aunque al final, a lo más tardar en el 2020, tendrá que convocar elecciones y ahí los votantes decidirán quién ha acertado más.

*Director de EL PERIÓDICO DE ARAGÓN