Desde luego esto es de chiste. Me refiero al baile de síes y noes que han traído consigo los Presupuestos Generales del Estado por aquello del apaño con el PNV, que lo cocinó Rajoy y ahora se lo quiere merendar el mismo Sánchez que antes le hizo ascos. De la misma forma que aquel PP capaz de defender sus cuentas al grito de ¡Viva España! asegura que va a remendarlas para vengarse de los enemigos de la Patria, porque Roma no paga traidores (y no es que a Roma no le gustase comprar traidores, lo que le desagradaba era pagarles).

En el PP reina hoy no tanto la desolación como una rabia y un afán de revancha que, siendo comprensibles, ciegan el pensamiento de dirigentes, cuadros y adeptos (incluyendo aquí a no pocos comunicadores), resultan contradictorios con el principio del tan sobado interés general y, sobre todo, refuerzan a Sánchez porque, de rebote, obligarán a Podemos e incluso a los nacionalistas (aunque esos... ya se sabe) a seguir respaldando al nuevo presidente para frenar la contraofensiva conservadora tan ultrajante, tan centralista y tan desesperada. Además, da la impresión de que don Mariano pretende quedarse ahí, a reclamar su honor y a vengarse en caliente. Mejor aún para su victorioso competidor.

Hay que leer los relatos de lo que sucedió la semana pasada. Porque las versiones mejor informadas (y más verosímiles) indican que los muñidores socialistas no tuvieron que contraer demasiados compromisos ni retorcer gran cosa la conjura. El PP se quedó solo por decantación natural. Podemos estaba en el bote desde el primer segundo y los periféricos se convencieron entre ellos, sobre todo porque ni Puigdemont ni Torra tienen control alguno sobre los diputados de PDCat y Esquerra. Y Cs, como es bien sabido, incentivó (queriendo o sin querer) esa confluencia de voluntades que permitió el éxito de la moción.

El PP está en un momento muy delicado, quizás en el peor que ha vivido desde su fundación. Tendría que intentar serenarse y planear con inteligencia el futuro inmediato... O no, que decía aquel.