Después del fracaso de la izquierda en la investidura para el Gobierno de España y de los discursos de las bancadas de derechas del Congreso de los Diputados, parece más cercana también aquí la aparición de una nueva derecha claramente hostil al liberalismo clásico y al conservadurismo tradicional.

Hay una transformación no solo en las formas si no en los valores de estas ideologías en un imparable número de países, donde los partidos conservadores como en Reino Unido o EEUU han mutado en partidos revolucionarios, reaccionarios al orden tradicional y que cultivan y espolean el desorden y la incertidumbre. Históricamente eran reconocidas como ideologías claramente pragmáticas, cautelosas en el cambio, vean ahora a Salvini, a Johnson. Tendentes a creer en la meritocracia, y que sospechaban del carisma político y recelaban del culto de la personalidad como demostraba el expresidente Rajoy cada día. Prudentes con la economía y el gasto público, y conservadores en los negocios. Ambas ideologías prefieren lo familiar a lo desconocido, lo real a lo posible. No hay utopías a defender más allá del mantenimiento del statu quo.

Los liberales defienden que el orden social surge espontáneamente de individuos que actúan libremente, y los conservadores defienden al orden social como lo primero para crear las condiciones de libertad. Ambos postulados han saltado por los aires.

La nueva derecha está ganando su lucha contra el conservadurismo ilustrado, laminando la institucionalización de la política. Los revolucionarios vienen del repudio del conservadurismo, se sienten agraviados y descontentos. Son pesimistas y reaccionarios. No quieren conservar el orden establecido, quieren dinamitarlo.

No solo los ejemplos internacionales, en España más allá de Vox, hay una nueva estrategia de Ciudadanos y de un sector del Partido Popular que no quieren reformas, quieren romper el tablero del acuerdo constitucional, en la solución territorial inacabada, en el uso de las instituciones jurídicas o incluso incorporando al proceso político a la Jefatura del Estado, con los riesgos de desestabilización que eso supone.

Con una defensa del nacionalismo reaccionario que enciende la sospecha y la división, antitético de la idea conservadora de pertenencia a una nación, iglesia o comunidad local para motivar la búsqueda del bien común. En algún partido nacionalista conservador como Junts per Catalunya (JxCat) se ha producido de una manera más acelerada esta transformación. La revolución ha llegado por donde menos se esperaba, esperemos que algunos resistan, y entre la radicalidad y la revolución haya hueco para la mayoría.

*Politóloga