Puede ser casualidad pero me temo una intencionada relación entre la decisión de la Comunidad de Madrid de aparcar la privatización de la sanidad y la factura de las tres operaciones del Rey, una hernia discal y dos prótesis de cadera, en dos clínicas privadas. Ahora mismo hay decenas de miles de españoles atrapados en estas dolencias y soportando insufribles listas de espera en la sanidad pública y, en buena lógica, el Rey optó por la privada para no saltarse el turno, como han hecho algunos mindundis políticos. Así que antes de que se le acuse de más privilegios, Juan Carlos ha preferido echar una oportuna mano a las mareas que luchan y toman las calles en defensa de la sanidad pública. Porque, a ver, ¿quién puede pagar 165.000 euros por tres operaciones en las que los cirujanos trabajaron gratis? ¿Esto es lo que cuesta la cirugía que la pública deriva a la privada para curarse en salud ante las demoledoras listas de espera? Así se entiende (así quiere decir diez millones de pesetas por operación) que haya tantos buitres tratando de repartirse el pastel de la sanidad pública que elaboran los gobiernos del PP. La base del bizcocho se hace recortando gastos, cerrando plantas, tabicando los quirófanos por la tarde, cruzando camas en los pasillos donde los enfermos tienen que hacer pis y caca delante de todo el mundo, y maltratando a los sanitarios sin cuya impagable profesionalidad la sanidad española ya se habría ido a la mierda. En la nata y las guindas zancochan cuatro elegidos. Los de siempre. Periodista