Es dudoso que en Siria se produjeran los ataques con armas químicas que provocaron la réplica occidental. ¿Para qué matar con gases clorados cuando se puede hacer de igual manera con bombas convencionales? El largo y sangriento conflicto sirio se ha internacionalizado (Occidente frente a Rusia, yihadistas contra todos, sunníes contra chiíes, turcos contra kurdos...), y ahora las sucesivas alianzas tácticas parecen concebidas por un cerebro enfermo. En ninguno de los múltiples bandos hay honor, razón o compasión. El Assad es un canalla... y sus contrarios (al menos los más operativos) son islamistas sanguinarios. Israel e Irán juegan una partida mortal usando a los sirios como piezas de ajedrez. EEUU y Rusia prueban allí sus nuevas armas en maniobras con fuego real... y víctimas reales.

En estas, que una parte del Parlamento Europeo (sobre todo el grupo democrata-cristiano) vuelve a proponer la creación de un organismo que combata y anule las noticias falsas, las fake-news. Misión que ya dejó por imposible el propio Consejo de la UE. Se supone que ese tribunal de la verdad controlaría las redes e impediría que los medios y robots rusos alterasen la razón de los votantes, como sucedió (dicen) en el brexit, en las elecciones de Holanda y Alemania (cuando el avance de los neonazis) e incluso en el conflicto hispano-catalán. Pero, claro, ¿cómo garantizar la veracidad de quienes nos defiendan contra las mentiras? ¿Existirá una versión oficial y obligatoria de cada acontecimiento? ¿Será dicha versión como las que ya nos sirven (en relación con la actualidad española) TVE, TV3, las tertulias de 13TV y los atrincherados columnistas de algunos diarios madrileños?

No me creo a Putin (aunque tampoco he visto en toda mi vida alguna de esas webs o cuentas con las que, según afirman, nos intoxica Rusia). Tampoco a Trump, a May o a Macron. Del bueno de Rajoy, qué les puedo decir... Estamos rodeados de falsarios. Pero eso ya lo podemos ver nosotros mismos. No necesitamos que venga nadie a garantizarnos e imponernos la verdad.