La culpa ha sido mía por querer decirle a Rodrigo Rato que me alegraba de que lo eligieran para un cargo en Washington, que sin ser el de presidente de USA, confiere honores de Jefe de Estado y consiste nada menos, que en dirigir el FMI, una institución bancaria de la que depende la remota esperanza de que algún día, unos Estados no sean tan ricos ni otros tan pobres.

Mi intención era decirle a Rodrigo eso, que me alegraba de que le eligieran para un "ministerio" a su altura, pero mi mensaje no llegó a su destinatario porque tuve la mala idea de enviárselo por carta al Congreso de los Diputados en el que si mal no recuerdo, llevaba desde 1979. Pensado y hecho; envié la carta al Congreso a nombre del "Excmo señor don Rodrigo Rato Figaredo", pero allí ya no le conocían o no le recordaban bien pese a sus años en la Casa y a que es un excelentísimo señor aunque no lo dijera el protocolo.

Me han devuelto la carta llena de sellos de caucho; parece inexplicable. ¿Por qué? Veamos lo que dicen los sellos: hay uno redondo que dice "Congreso de los Diputados" más una leyenda circular harto sucinta que añade: "revisado", ¿cosa de la censura? A su vera luce otro sello rectangular y también lacónico porque emplea una sola y casi misteriosa palabra: "devuelto" y debajo lo aclara todo: "retour" en francés, por si no comprendemos el español común. El franqueo que puse a la carta, no franqueó el Congreso; "hacían falta más quiñones".

Pero insisto, ¿por qué? El sello citado no lo dice, pero "hay que leer el papel por su cara y su revés", dicho que sustituye a otro recusado por vitando y antifeminista. Le doy la vuelta al sobre y ¡voilá! encuentro la explicación en otro sello que demuestra que en el Congreso "todo se explica igual que en Caballería". Empieza exponiendo que las "causas de la devolución" podían ser cuatro y luego las enumeraba de arriba a abajo: la primera por "desconocido", la segunda por "rehusado", la tercera porque el destinatario "no es diputado" y en fin, la cuarta por encontrarse "ausente" dejándonos la duda de saber si es diputado en ausencia o está ausente porque no es diputado.

Todavía hay un sello más, éste redondo y casi rollizo e indicativo de la fecha en la que se ordenó el retour; deduzco de tanta sigilomanía que en el Congreso apenas existe vocación postal; se nota que tampoco está para eso. Casualmente, el 19 pasado, viendo un telediario de esos que parecen la alegría de la huerta, me entero de que esa misma mañana, Rodrigo, persona de buenas maneras estuvo en el Congreso despidiéndose de romanos y de cartagineses, con la natural cordialidad que le caracteriza. ¡Hombre! pensé, ¿a que entra un ujier con una bandejita y guantes blancos y le entrega mi carta a R.R.? Si, si, mi carta ya estaba llegando a Zaragoza; cansada de viaje tan inútil y lleno de estigmas su sobre.

Y ahora pregunto perplejo, ¿qué hago yo si un día necesito un préstamo del Fondo Monetario Internacional? No sería extraño que Rodrigo ni se molestara en leer mi solicitud y lo más lógico sería que dispusiera displicentemente que "a Hipólito ni un dólar"; ¡Ay qué dolor de dólares perdidos! Es claro que los servicios postales del Congreso deberían ser más sensibles porque ni sus propios servidores están libres de necesitar un crédito ni exentos de las tribulaciones de un prestatario.

Si uno mandara en el Congreso procuraría que esas cosas no pasaran pero si el remedio fuera ése, es seguro que continuarán pasando. Aunque no sea mi especialidad, voy a ponerme nostálgico por un instante para observar que eso "antes no ocurría", porque las cartas llegaban siempre, como una que me remitieron directamente desde el Congreso al Pignatelli llamándome "diputado de Aragón" cuando llevaba año y pico fuera de la Cámara, claro que aquella carta me ponía a caer de un burro y a lo peor cuando presienten que las cartas son críticas, se muestran más serviciales en el Congreso y hacen lo necesario para que disgusten a su destinatario. Pienso que en vez de tal devolución, lo razonable sería que alguien de allí empleando una miaja de talento, hubiese remitido la carta al domicilio de R.R. que apuesto que sigue constando en la Cámara; a mí que me fui de la Casa hace muchos años, me siguen mandando alguna invitación.

Pensé que esas cosas sólo pasaban entre socios o vecinos incapaces de portarse civilmente cuando se dejan llevar de inútiles inquinas pero los malos usos llegan a la vida pública (con perdón) antes que los buenos. En fin, Rodrigo, enhorabuena y a pensar en los pobres.