Es una vuelta atrás necesaria. Zaragoza necesita un estadio de fútbol como Dios manda, pero no viene de ahora. Hace muchos años que el viejo campo municipal de La Romareda no está para muchos acontecimientos que no sean partidos de Segunda División. Y aún así. Han sido varios los alcaldes (y concejales) que han querido pasar a la historia por construir un campo nuevo o reformar el actual, pero al final no pudieron conseguir más que calabazas (además de gastar dinero público en numerosos proyectos, estudios y reuniones y ruedas de prensa de tronío). A día de hoy, el alcalde Jorge Azcón puede conseguirlo si no se tuercen los acontecimientos. Tiene a favor a la afición del Real Zaragoza (entregada este año en todo que redunde en el bien del equipo), a los propietarios del club que utiliza casi en exclusiva la instalación (estos siempre han estado a favor, diríase más que interesados), a la mayoría del pleno municipal (aunque tendrá algún matiz político) y al resto de instituciones significativas de la comunidad (DGA, DPZ, Cámara de Comercio, CEOE Aragón...). Hasta puede conseguir que la opinión pública le respalde, aunque no sea un clamor. Solo le hace falta al alcalde popular habilidad para que esta especie de túnel del tiempo que vive La Romareda no sea una completa vuelta al pasado. Es decir, sea un triunfal retorno a mejorar un equipamiento pero no un regreso al negocio urbanístico, al pelotazo del ladrillo, y a las ganancias de los de siempre. Hay otras formas de hacer bien este proyecto y así sí que será el referente fundamental del mandato de Azcón.

Lo más evidente es que la operación debe tener un componente público y otro privado. Se mira mucho últimamente a Bilbao porque el nuevo San Mamés es un ejemplo de complicidad y trabajo en equipo de las instituciones vascas implicadas y del capital privado. Y además, empieza a tener ya un retorno económico porque un campo como ese genera visitantes y estos se dejan dineros en la ciudad. Sin duda, un buen ejemplo. Hay otros muchos en España y en Europa (Madrid, Mallorca, Alemania...) que sirven también como ejemplos de lo que se puede hacer para tener un estadio de fútbol en condiciones y que no sea una sangría económica para la ciudad y sus vecinos. Pues bien, ahí hay que mirar.

Porque el nuevo campo o la reforma no puede ser el negocio para unos pocos, ni puede ser exclusivamente la sede del Real Zaragoza ni puede ser para beneficio de unos cuantos. Tiene que ser un equipamiento atractivo que sirva para que el primer equipo de fútbol de esta ciudad coseche de una vez éxitos en Primera División pero también para que Zaragoza se vuelva a enchufar a grandes acontecimientos deportivos que ahora están vetados por las deficiencias importantes en la funcionalidad, habitabilidad y seguridad estructural de la instalación.

No es excusa que no hay dinero. El PP es experto en sanear cuentas, y vender mal esta gestión porque ahorra tanto que no se avanza. Zaragoza necesita avanzar y cambiar La Romareda es un avance. El PP habla casi de bancarrota municipal y que hay que rebajar presupuestos de fiestas del Pilar, no hay para pagar los servicios públicos o el gasto corriente anual, aunque curiosamente sí que hay para altos sueldos en personal eventual. Porque no es de recibo que gane menos el alcalde que su jefe de gabinete y lo mismo la vicealcaldesa que tiene un jefe de gabinete que gana muchísimo más que cuando era concejal --y eso que había caído en desgracia en Ciudadanos--... Es decir que sí hay dinero, y abundante, para aumentar asesores y ponerles un buen sueldo y no tanto para el festival Asalto o para los pilares. Algo falla. Por eso hay que sacar para La Romareda.

Azcón tiene que ejercer de alcalde de Zaragoza más que nunca con el campo de fútbol. Hay importantes empresas de otros continentes que van a venir a instalarse en las infraestructuras de la capital y van a tener las facilidades lógicas que hay que dar a estas firmas que atraen a otras y crean empleo y riqueza. Con ellas hay que negociar, darle el nombre al campo si es necesario pero lograr que inviertan en él como una compensación para la capital. El don de gentes y de relaciones humanas que tiene el alcalde puede ser clave pero si lo dirige en esa buena dirección. Su pasado, sus contactos, los intereses de otros momentos deben quedarse atrás. Es una oportunidad para todos porque este año da la impresión que el viento también sopla de cara para los intereses del Real Zaragoza y esto es otro factor determinante. Que el culebrón de La Romareda no sea solo un capítulo más esta vez con el alcalde Azcón.

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